jueves, enero 10, 2008

Silencio, brisa y cordura...

dan aliento a mi locura...

Demasiadas cosas que escribir, es el detalle de tener una cabeza como la mía, que piensa, piensa y piensa, y cuando deja de pensar, PIENSA. Estuve de viaje los últimos 4 días, "viaje de negocios" dicen por ahí, pero más bien fue viaje de diversión porque a pesar de estar trabajando todo el santo de día como antes decían "de sol a sol", me divertí muchísimo. Vuelvo a sorprenderme y a reiterar que todo es cuestión de actitud, ya que en un principio ni siquiera quería ir al viaje y finalmente encontré tantos lados buenos -o los fabriqué- que no me quería regresar. Tuve oportunidad de estar en la playa, de jugar, de nadar, de organizar un equipo y hacer que ganara, de conocer gente muy "linda" de hacer cosas que hace mucho no hacía como empanizarme de arena, admiro mi paciencia que no tuve que forzar, una sonrisa para mí misma bastaba para lidiar con lo que fuera. Además que el clima de Boca nos tuvo consideración y casi diría, aprecio. Así ante un calor riquísimo, una linda playa, un airesillo refrescante, un montón de señoras sonrientes y un equipo satisfecho me despedí de otro evento excelente y regresé a mi dulce hogar en la agitada ciudad en la que vivo.

Algo destacado es que mis sueños se empeñaron en llenarme la cabeza de cosas raras, como abejorros del tamaño de una taza de café, puertos de agua negruzca, cuartos de hotel sin amueblar, aviones que partían sin sus pasajeros y cosillas por demás raras. Creo que mis sueños absorbieron todo lo malo porque cada vez que despertaba se me presentaba un día excelente y sin ningún, NINGÚN, contratiempo.

Traigo en la cabeza tantas cosas que las ideas se me revuelven y no sé por donde empezar a escribir para no olvidar nada, pero igual confío que tendré un instante de relax en el que mis neuronas podrán ordenar mis desvaríos y plasmarlos aquí en su hogar, el blog.

Vuelvo a ver con agrado que sigo viviendo en un mundo de fantasía. Siempre sostuve el argumento de que la gente no cambia, mantiene siempre el mismo carácter, la misma manera de pensar, de actuar, de vivir, pero afortunadamente me he vuelto a equivocar, porque la gente sí cambia, y lo único que se necesita para ello es conciencia y decisión. No voy a hablar de algún amigo, pariente o conocido que cambió de la noche a la mañana y ahora es una persona increíble y bla, bla, bla, sino de mí, otra vez de mí.

Siempre creí que sería toda la vida como era, de carácter fuerte, poco sensible, muy mamey, muy capitalista, y de ideas fijas y principios inamovibles. Hay cosas que no han cambiado pero hay otras que sí, y gracias al cielo y todas las fuerzas divinas que rigen mi existencia las cosas buenas han permanecido y las malas se han ido.

Antes:
Yo era una chava que confundía la libertad con el libertinaje, suena feo pero no va por donde están pensando. Para mí la idea de libertad era hacer lo que te diera la gana sin importar lo que pensarán los demás, nunca me ha gustado el protocolo. Así que era infiel, rebelde, más loca que ahora y muy necia. Las relaciones laborales me costaban mucho trabajo y muchos corajes ya que no me daba la gana darle la razón a alguien que no la tenía, y por mi carácter tan deshinibido no me parecía mal mandarlo a la porra y punto si no entendía una explicación. Exigía mucho de la gente, de los demás, si tenía la idea de que un amigo, un hermano, un novio tenía que tener 147 características específicas para ser perfecto buscaba e incluso orillaba a la persona a cambiar hasta que se convirtiera en la imagen que yo tenía de él o ella y cuadrara con mi versión del mundo perfecto. Al punto que sin mí, aquella persona simplemente era un extraño, y por supuesto, tenía muchos problemas por eso y muchos enojos tontos. De igual manera, como dictador alemán, pretendía que todo mundo fuera capaz de hacer cualquier cosa que yo pudiera hacer, de manera que si alguien no sabía jugar fútbol lo consideraba un tarado, porque si yo podía, cualquiera podía (lo sé, hasta da pena escribirlo). Obviamente la gente tendía a decepcionarme. Y sin embargo, la suerte, la vida o el mundo y sus demonios me concedían tregua y estaba rodeada de muchas personas que sinceramente -y extrañamente- querían seguir a mi lado. En fin, en mi mundo perfecto yo era perfecta y pretendía que todos y todo a mi alrededor fuera igual a mis bocetos de coexistencia, es absurdo, loco, narcisista y muy inútil, pero así era. Obviamente tenía cosas buenas, siempre he sido sincera, franca, auténtica, leal, entre otras cosas, pero ahora el chiste es hablar de esas estupideces que divinamente he dejado atrás, muy atrás.

Hay gente que me conoce de mucho tiempo y que no veo muy a menudo, de modo que cuando me escucha ahora se extraña de encontrar ideas tan diferentes y diría yo mejores que antes, pero creo que puedo adivinar sonrisas ocultas en sus rostros sorprendidos. Lo mejor, es que la gente nueva que se va topando en mi camino puede conocer a mi nuevo yo y eso ha traído a gente que vale mucho la pena, de ese tipo de gente que como diría Diego te hace preguntar: "¿dónde habías estado todo este tiempo?".

Ahora:
Soy una persona que le vale madre el mundo tangible, que lo mismo da el coche o el pecero, que no se queja más que de los absurdos de la vida como la existencia de los "viene viene" que son dueños de un pedazo de calle del que nadie es dueño... cada vez que tengo un contratiempo me siento en una pose como El pensador, y analizo los detalles para resolver el dilema, con paciencia, sin gritos, sin enojos, sin berrinches. Si no tiene solución, pienso "ni modo", y aguanto que pase la tormenta porque bien se ha dicho que "Nada es para siempre" y ese pensamiento me relaja. Y no es irresponsabilidad, es que hay veces que no hay anda más que hacer y no sirve de nada lamentarse y maldecir tu suerte, mejor respirar hondo y dejar que pase.
También he aprendido que hay muy pocas cosas que valen el esfuerzo de insultar, si no es que ninguna, porque todo pasa por algo y cuando entiendes porqué hasta te da pena haber maldecido tanto. He aprendido que sí es importante defender la libertad y conservar los principios definidos, porque sin principios ni libertad no seríamos más que autómatas, que coloquialmente podría describir como "personas de hueva". Pero no hay que pasarse de listo, es bueno seguir los impulsos, no quedarse con las ganas de nada pero si hay que pensar en las consecuencias, porque aunque no parezca tenemos mucho más poder del que creemos, y con un movimiento de nuestro dedo podemos cambiar el mundo, y hay que fijarse que no sea para mal.
Siempre he sido idealista, y ahora creo que lo soy más, definitivamente me he ido de este mundo para mudarme a uno de fantasía, pero realista, lleno de cosas que puedo obtener con sólo una mirada. Ahora soy de esas personas de párpados caídos que parece que todo el tiempo traen algo entre manos, pienso en voz alta sin darme cuenta, y canto todo el tiempo, sigo tropezando al caminar y me río de cualquier tontería. Todos los días me doy tiempo de salir a mi balcón, respirar, sentir el aire, ver la enorme ciudad y pensar que no es mi casa, ni mi ciudad, ni mi país sino mi mundo, esa casota que podemos disfrutar sin siquiera haberlo pedido. Ahora soy tal vez lo que la gente catalogaría como "gente cursi y soñadora", porque creo que cualquier reto se resuelve con el corazón, que todo está en la mente y somos capaces de cambiar nuestros ojos de color con sólo imaginarlo, "que mi vida cabe toda en un bolsillo" y que una persona puede cambiar el mundo, lo que pasa es que nadie se lo ha propuesto.
Creo que estoy mucho más loca que antes, a ojos de la gente en general, pues mis ideales son casi caricaturescos, y para las generaciones de la primer mitad del siglo XX, no es que haya cambiado es que empecé a fumar marihuana.
Y como siempre me importa un rábano lo que la gente crea o no crea, porque lo importante es que yo sepa lo que es y encontrar en este mundo esas pocas personas que también lo saben. Ahora sé que la gente es diferente, que no todos podemos hacer de todo y más bien disfruto de enseñarle a los demás lo que no saben y aprender de ellos lo que yo no sé. Ahora disfruto más la vida, no me enojo, sonrío mucho, me río mucho, me divierto, y siempre estoy satisfecha de cada día. A veces me frustro porque estamos rodeados de estupideces, como dije en el cumple del espartano, me frustro con gente como los jefes -no todos-, cuya única cosa sólida que tienen en la vida es ser directores o gerentes y si les quitas el título se suicidan, como esas chicas que dejan ir al amor de su vida porque al pobre hombre no le alcanzó para el anillo de Tiffany y pendejadas así, pero también sé que es su vida, que todo mundo tiene derecho a pensar y a vivir como le de la gana y si eso los lleva a bien o a mal es su bronca y mi único granito de arena es el no dejar de decirles que la vida es enteramente otra cosa, a partir de ahí, "con su vida un papalote" para eso es que somos libres.
Es tan fácil vivir tranquilo y feliz, tan solo con entender que si a la gente le ves lo malo encontrarás muchos demonios, y si le ves lo bueno encontrarás muchos amigos, que es más fácil ayudar que presionar, que es mejor enamorarse y equivocarse que nunca enamorarse, que los muros dan seguridad pero restan oportunidades, que el miedo existe pero superarlo es más satisfactorio que no atreverse, que no arriesgarnos nos resta libertad que una vida sin libertad no es vida y que la vida es simplemente otra locura.

2 comentarios:

LaCandida dijo...

Eso se llama evolución.

La gente no cambia, evoluciona.

Diego Herrera dijo...

La vida, el universo o el titiritero como tu dices, siempre esta en constante movimiento, y como parte de ello, nosotros mismos nos movemos sin cesar, viajamos.

Es maravilloso "irse de viaje" y decubrirse a uno mismo, de pronto, rompiendo el ciclo de nuestras ideas, obsesiones y nuestras falsas burbujas... nos encontramos rompiendo con nosotros mismos y redescubriendonos como alguién recargado.

En esos viajes el titiritero nos somete a procesos muy interesantes que solo suceden hasta que estamos listos para vivirlos, para sufrirlos, para sobrevivirlos y entenderlos... y de pronto Zaz! nos vemos involucrados en cosas que toda la vida juramos que no hariamos, que no diriamos, que no aceptaríamos y aún así, lo disfrutamos, nos descubrimos dispuestos a hacerlo nuevamente y acompartirlo con alguién más.

Cómo diría Allie Keys en sus profundas reflexiones infantiles, "Cuando uno se va muy lejos y regresa, lo que más molesta no son las cosas que cambiaron, sino el que las otras cosas sigan iguales, como si uno no se hubiera ido". Y a mi parecer, eso es parte del sentido de la vida: irse, dejar, soltar, desaprehender y permitir que el universo te muestre sus miles de caras.

Es maravilloso saber que hay, como dices, unas cuantas personas a quienes el titiritero mando ya muy lejos, y que de igual manera, regresaron del viaje evolucionados como dice Ale. Es maravillos regresar y asombrarse de todo lo que cambió dentro y fuera de nosotros y que no incomoda lo que sigue igual, es maravilloso poder ver las cosas importantes de la vida como ese gesto, ese dulce, esa gota de rocio o esa sonrisa y estar concientes de que nosotros mismos podemos crear la realidad.