jueves, febrero 25, 2010

Energía para mejorar

Después de mucho meditar y desear que me cayera un millón de dólares en billetes pequeños, gracias a la posibilidad de pedir mil deseos -concretos- a la energía que nos invadiría ayer en la noche por la alineación de no sé yo qué astros, pensé que sólo necesitaba una cosa: Mejorar mi calidad de vida.

Podría pedir mil deseos metódicamente redactados que me dieran "aquello que quiero" pero al final lo único que quiero de verdad, es tener una excelente calidad de vida. Y además, tener todas esas "cosas" que deseo no necesariamente implicarían que viva mejor, y entonces ¿para que las quiero?.

De nada me sirve tener un mejor trabajo si significa que voy a vivir pegada a un blackberry o me van a mandar a trabajar a Tanzania y no me puedo llevar a mi familia. Si no puedo planear unas vacaciones y si siempre tengo que cancelar compromisos porque "el trabajo me absorbe". De nada me serviría tener un mejor puesto, un mejor sueldo, si odio cada uno de los días en que tengo que ir a trabajar porque odio mi trabajo. Así que decidí no pedir nada de esto.

Salud. Todo mundo cuando tiene oportunidad pide salud para sí mismo y sus familiares. Pues decidí tampoco pedirlo. Yo quiero seguir comiendo las cosas que me gustan, seguir echándome unos drinks, hacer deporte de contacto y de vez en cuando una locura para distraerme, no quiero gozar de perfecta salud encerrada en mi casa, bajo una mantita para no enfermarme, tomando té y comiendo brocoli. Aunque me va a doler indescriptiblemente el día en que se vaya, no quiero que la Yaya viva eternamente con perfecta salud, dedicándose a ver la tele en su casa. Nada de hospitales ni achaques, pero al final pegada en un sillón. No señor. Quiero que disfrute esa salud que ahora tiene, que salga, que cante, que nos acompañe al teatro, que quiera conocer tal o cual lugar, que se anime a viajar. Eso quiero, ¿Salud? me encantaría que estuviera perfecta, pero prefiero que pase un año bomba, satisfecha de todo lo que ha hecho, a que se pase 10 preguntándose cuando será que pueda irse.

Dinero. Definitivamente hace la vida más fácil, pero arriesgándome a perderlo, por aquel dicho de: "cuidado con tus deseos porque se te cumplen", no lo quiero. Quiero mejorar mi calidad de vida, si para mejorarla necesito más dinero, entonces ya llegará, pero si tener más dinero siginifica que pierda amigos, familia, tiempo, seguridad o cualquier otra cosa, insisto, ¿para que lo quiero?

Mejorar mi calidad de vida significa ser realista y congruente con las cosas que puedo controlar y a la vez ser feliz con ellas. Mejorar no significa pasar más tiempo con la gente que quiero, con mi pareja, significa pasarlo mejor; reirme, disfrutar, ser más paciente. Mejorar significa ir al trabajo con ganas porque al final la verdad es que me va bien y me gusta, pero claro no es perfecto. Disfrutar todos esos días en que no tengo que ir a la oficina y aprovechar el tiempo para arreglar mi casa, socializar, hacer ejercicio, trabajar en proyectos personales.

Mejorar mi calidad de vida significa aprovechar el tiempo, invertirlo en cosas que de verdad me importen, si trabajar fuera lo único que se puede hacer en la vida estaríamos jodidos. Quiero entender que si no tengo las cosas materiales que me gustarían es por algo, que definitivamente me va muchísimo mejor que al promedio, que tengo un departamento increible y que en si, mi vida no es para quejarse. Como antes decía: "si tiene remedio, arreglalo, si no, deja de quejarte".

Ayer que le conté esto al Castor, se puso feliz. Me dijo que le sorprendía que pensara así y pensaba que estaba creciendo como persona. No hay nada mejor que alguien te considere y sobre todo te haga ser una mejor persona. Creo que por el simple hecho de decretarlo ya empiezo a mejorar mi calidad de vida.

Y eso les deseo a los demás, más allá de ganarse el melate, de tener una salud impecable, de ascender a director de la empresa, deseo con todas mis fuerzas que mejore su calidad de vida. Y no lo digo porque la actual sea mala, sino porque siempre se puede mejorar.

miércoles, febrero 10, 2010

¿Y si esta vez te quedaras?

Es una de las frases más interesantes de la pelicula Olvidate de mi. “Vuelve e inventa una despedida”. Tal vez así se solucionaría todo.
“Tú vuelve del pasado” me dijo el Castor después de contarle lo extraño que había sido mi día. Pero no pude volver. Me quedé navegando en antiguos correos que me hacían abrir cajones muy polvorientos de mi memoria. Empecé a llamar gente con la mente y eso me hundió mucho más en “el pasado”. Por extraño que parezca, me sentía rara pero tranquila, como si en determinado momento pudiera volver y vivir el “antes”, como si en este momento lo que necesitara fuera justo “volver”.

He estado pensando tantas cosas que ni siquiera me ha dado hambre, aunque mi estómago piense lo contrario. Y al navegar en tantas cosas, terminé encontrado esa interrogante: ¿Y si esta vez te quedaras?

¿Y si yo me quedara? Si no me hubiera ido de cierto lugar o de ciertas personas, si él se hubiera quedado, si ella se hubiera quedado. Si todo hubiera sido “normal” ¿Qué pensaría ahora? ¿Estaría pensando tanto en el pasado?

He perdido demasiadas cosas en el camino. A demasiada gente y lo peor es que hay cosas que no me acuerdo de haber tenido, y de ninguna persona me he podido despedir. ¿Por qué serán tan importantes las despedidas? ¿Por qué llega el momento en que sientes la necesidad imperante de decir “adiós” y cerrar el libro? ¿Por qué pensar que una despedida es precisamente lo que permite cerrar un capítulo?

José

Ayer soñé con mi hermano como cada noche. Me lo hizo notar el Castor; "siempre sueñas con tu hermano". Ayer no estuvo padre. Ayer soñé que estábamos en la casa de siempre, con mi papás y que él entraba a algún tipo de curso. Todo se desarrollaba como cuando los gringos se van a la universidad y se mudan para no volver. Mis padres le habían comprado ropa, libros, carpetas y un estuche para las uñas. Sí. Era un sueño. Ese día, que sería el último estuvimos platicando, jugando, viendo sus cosas nuevas y deliberando cuando nos volveríamos a ver, sin respuesta. Al día siguiente -en el mismo sueño- despertaba y salía directamente a su cuarto. No estaba ahí, había algo de ropa suelta, el estuche de las uñas a medio abrir y algunas cosas a medio usar. No estaba la mayoría de sus cosas. Ya se había ido. Pensaba que era normal, que tenía que irse a estudiar y que algún día lo podría visitar. Pero me levanté y me instalé frente a la computadora para abrir el chat, y lo único que hice fue buscar si estaba conectado. No estaba. De pronto sentí que más que irse a estudiar se lo había tragado la tierra, que no lo volvería a ver. Sentí un vacío indescriptible. Sentí que a mí me tragaba la tierra. Se suponía el primer día que no estaba y a mi me parecía no sólo que no iba a estar más, si no que nunca había estado. Lo extrañé como los niños que se quedan encargados en casa de la vecina, extrañan a su madre. Así los acabe de regañar, en ese momento es la viva imagen de un salvavidas en meido del mar.

Se me está olvidando como es. A veces lo extraño, a veces no. A veces más, a veces menos. A veces me cae gordo, a veces muy bien. A veces me acuerdo de las cosas malas y a veces de las buenas. A veces me río con él, a veces me enojo. A veces está conmigo, a veces no lo siento.

Hoy lo extraño de veras. Quizás es el miedo a olvidar un día cómo es, quién es. A perderlo de verdad porque ni siquiera lo pueda retener en la memoria.