jueves, septiembre 20, 2018

La familia es primero

El tiempo debe ser la cosa más dura de la vida. El tiempo trae cosas y también se las lleva, es difícil de manejar, es incontrolable y totalmente frustrante porque no vuelve. Sin embargo, existe una cosa que te da el tiempo: experiencia.

Con experiencia puedes sobrellevar cosas en la vida que en otro momento no habrías podido. La experiencia no solamente es un bien laboral, es un bien de vida que te salva muchas veces hasta de las peores caídas. Y en mi experiencia, sin ello no habría podido sobrevivir.

Cuando ves las cosas en perspectiva, quiero decir, cuando tienes la oportunidad de ver por el retrovisor y mirar qué has hecho, normalmente todo se acomoda. Lo jodido es el tiempo presente, el ínterin cuando no sabes qué demonios va a pasar si decides esto u otro, pero si te ayuda un poco la experiencia, entre otras cosas invaluables como la sapiencia, el sentido común y las personas cercanas, decides bien, y al mirar atrás te das cuenta de que no debías preocuparte tanto y que has tomado la decisión correcta.

Estoy viendo una serie buenísima de Netflix donde uno de sus personajes dice: el amor de una madre no tiene límites. Y visto en perspectiva, no los tiene.

Re fraseando un poco, el amor de una madre no debería tener límites, porque a veces cuando no piensas bien las cosas, cuando no tienes la experiencia suficiente, se los pones y no debería de ser así.

Hace ya casi 1 año que me mudé de casa. Me mudé a lo loco, casi de un día para otro y sola. Sí, casada con hijos me mudé a una casa yo sola a una 5hrs. de distancia de mi familia. ¿Por qué? Por babosa, ¿por qué más? en un principio era por un bien común, una buena oportunidad, irrepetible, una mejor calidad de vida para todos, casi que mejor aire, pero la idea era para todos. Esta idea se fue diluyendo poco a poco hasta que resultó en nada. Me había quedado con todas esas ideas y esos planes nada más que en mi cabeza, y me había quedado sola. Bueno, con el perro, en eso no hubo discusión.

Durante varios meses seguí pensando que lo estaba haciendo bien y que era por un bien común, pero a medida que paso el tiempo me fui dando cuenta que no. Estar lejos de mi familia había sido la decisión más estúpida que hubiera tomado en mi vida, sin importar la razón o el peso de esta.

Ahora visto en perspectiva todo se va acomodando y obviamente no sé qué diablos pasará. Al parecer la incertidumbre es una de mis más leales amigas, o debe ser mi Luci. Y allá vamos, con la incertidumbre de sombrero y el Dios proveerá de bufanda, como las únicas cosas que me protejan del invierno. Pero es por un bien común, y por el bien más preciado: mi familia. Porque en ningún planeta, universo o cabeza existe razón suficiente para estar lejos de tus hijos. Porque a la primera señal de que una de tus decisiones les está haciendo daño, deberías recular en tu decisión, porque no hay ni habrá razón suficiente, ni explicación justa para decirles que tu deber es estar lejos y que encima es por su bien. Resultó imposible explicarle a S porqué tenía que trabajar lejos y porqué tenía que tener 2 casas. Digo, loca estoy, pero no lo suficiente para que deba permanecer lejos de los niños. De los adultos quizá sí.

A veces las lealtades se me confunden, a veces mis principios están sobre arraigados y pierdo la noción de la realidad, tomando así decisiones muy pero muy taradas. Que bueno, en mi defensa, esto lo había elegido bien y con fundamentos, pero al momento en que dejó de funcionar, como un radio viejo, debí tirarlo a la basura y no seguir tratando de justificar mis actos de la manera que fuera.

Me afecta, me da miedo, no me siento del todo bien. Pero la realidad es que soy la madre con más clichés de este país, y que se levanten buscándome, que se me duerman encima, que quieran que los lleve al baño yo y solo yo, que me griten mami desesperadamente cuando me pierden de vista un segundo, que juguemos a los fantasmas y que simplemente sonrían son las únicas cosas que necesito en la vida para estar bien, y ahora lo veo, para ser feliz.

Así que haya vamos, con el perro de regreso, a amalgamar nuestra familia que decidí hace muchos meses torcer. A que el Cas se acostumbre a que existo y jalo las cobijas, a que no me gusta levantarme temprano y que me baño con el agua fría. Pero también puedo llevarlos a la escuela, preparar deliciosas cenas, hacer noche de cine en casa, contar cuentos para dormir y dar los mejores abrazos de cabeza.

Allá vamos, nuevamente y como cada año a la aventura. Porque nunca, nunca se me debe olvidar que lo más importante es la familia, y quizás no lo sea para todos (hay varios en la mía que piensan lo opuesto) pero para mí lo es y de ahora en adelante mi prioridad será jamás olvidarlo.