miércoles, septiembre 04, 2019

Los pequeños monstruos

Cuenta la leyenda -porque científicamente real no es- que los niños siendo aún almas etéreas estaban en el cielo haciendo nada, como siempre, o probablemente metiéndose en líos con otras almas infantiles. Lo que estoy segura que no estaban haciendo era pelearse entre sí, porque aún no sabían que iban a ser hermanos. En aquel lugar había una fila y un ente divertidísimo aventando a las almas de una nube al vacío. - Tú con los Pérez. Tú con los Ruíz. Ustedes con los Flores. Y así. Entonces llegó JC a formarse junto con Sofía y cuando aquel duendecillo jocoso estaba por lanzarlos a la tierra con nosotros, S salió corriendo y como gorda de pesero sacó a Sofi de la fila y dijo, yo voy para allá. Y fue tan rápido que ni Sofi, ni el Duende, ni su futuro hermano pudieron hacer nada. Así fue como Sofi se convirtió en niño hasta el 7mo mes de embarazo, para nuestra sorpresa, la de la familia y la del closet que ya contaba con prendas de pequeñita. Y al día de hoy San ha demostrado tener justo esa personalidad de "quítate que ahí te voy" que me hace pensar que la leyenda es cierta. No sé porque Sofi no estaba hecha para nosotros pero agradezco mucho tener a San en las filas.

Así empezó todo. Primero eran entes que en teoría decidieron que querían venir para acá, a esta familia atípica formada por dos mamás, una loca y otra un poco más, muchos tíos, muchos "tíos postizos", una infinidad de gente que los veía como ángeles en la tierra y un mundo que si bien no estaba preparado, pintaba mucho mejor.

Así eran, pequeñitos. Uno regordete con cara de sol y ojos que sospechaban todo, otro como fiel copia de Yoda con la cara afilada y una sonrisa permanente. Uno con cabello y otro pelón. Uno inquieto y el otro también. Uno comelón y el otro más o menos. Ellos no sabían que pasaba. Habían hecho el camino de la nube a la tierra en el que se olvida todo y llegas a que te ayuden a recordar a qué veniste. Ahí estuvieron en sus primeros meses, escalando cojines, descubriendo sus manos, cagando hasta el techo, comiendo cosas que no le daría ni al perro y riendo y llorando sin saber muy bien porqué, junto con nosotros.

Y crecieron, y aprendimos a vivir juntos, a reírnos juntos y a enfurecernos juntos. Empezaron a hablar y a entender cosas. Empezaron a ir a la escuela y salir de casa. Empezaron a tener opinión y a expresarla de una manera demasiado razonable para su edad. Se volvieron niños grandes, con imagen de bebé, como los verás siempre que seas su madre.

Y a veces tú los queires ver como niños grandes para hacerte la vida más fácil pero la realidad es que son toddlers, son bebés adolescentes que ni niños ni chiquitos sino todo lo contrario y entienden todo pero a su manera y a veces esa manera es muy difícil de bajarla a la realidad.

A ellos les hicimos pasar por algo duro por nosotros. Porque nosotros quisimos, porque nosotros elegimos. No son los primeros ni los últimos, sin embargo es duro ver cómo tratan de entender lo que pasa a su manera, de adaptarse para que luego ellos mismos se den cuenta que hay algo que no cuadra, que hay algo o que no entendieron o que no supimos explicar, porque en su cabeza las piezas del rompecabezas van de otra forma. A veces se levantan en una casa y preguntan por la otra, porque tener dos casas está cool pero la pieza que les faltó es que en cada casa sólo va a existir una de nosotras, y ahí van como rodando un triciclo con ruedas cuadradas, pero van. Y otras veces preguntan a qué hora llega mamá o a qué hora nos vamos a la otra casa, y ahí vas conteniendo el nudo en el estómago a decir que no va a llegar y que no vamos a ningún lado o en todo caso pueden ir ellos, pero ellos no quieren eso, esa es la otra pieza que les falta. Que pueden ir y venir, que pueden decidir, pero que los 4 juntos se ha terminado.

Dentro de las muchas cosas que lamento de esta situación, la que más lamento es la de ellos. Son niños y se adaptan, pero cuando eran chiquitos, cuando dormían junto al otro y se comían la cabeza, no pensaban que esto iba a pasar y que 4 años después tendrían que decidir cosas que no terminan de entender y tomar decisiones que les hubiera gustado no tomar. Realmente lamento hacerlos pasar por algo tan difícil, por montarles una carga más en su evolución. Por coartarles la ilusión de la familia que ellos imaginaron y que yo imaginé.

Sin embargo, estoy contenta de verlos tan enteros, tan estoicos. Me impresiona lo maduros que pueden llegar a ser y lo empáticos. Porque detrás de cada berrinche hay una frustración y en el momento en que el berrinche te sobrepasa ellos son los que te consuelan a ti. Son héroes para mí. Estoy contenta porque cada golpe que te da la vida te hace más fuerte y esto a ellos los hará más de lo que ya han demostrado ser. Estoy contenta porque ellos deben conocer y vivir el amor bonito, ver lo que es una pareja que se quiere, experimentar emociones verdaderas y coexistir en el respeto. Ellos deben aprender las cosas bonitas y las feas, pero en casa deben ver siempre las bonitas para que crezcan sabiendo cómo debe ser. Está bien que aunque no estemos juntos ellos vean que el amor es hablar, abrazarse, reírse, ver una peli, apoyarse, jugar, extrañarse, mirarse, quererse. Y cuando ellos dejaron de ver eso, porque nosotros decidimos dejar de hacerlo, lo mejor que pudimos hacer fue excluirlos de esa mala película. Para que busquen en su momento todo lo maravilloso de sus 3 años previos y sepan identificar y evitar lo que le siguió.

Lamento hacerlos pasar por esto pero como el ying y el yang, todo tiene su lado bueno y malo y en esta historia, al menos hay un silver lining.