lunes, enero 30, 2012

del honor y otros demonios

Este fin de semana estuvo lleno de todo. Días ocupados, festejos, fiestas y cenas, comidas, juegos, pláticas y borracheras, todo en un par de días. Este fin de semana aprendí algo que no sé si es importante pero si muy productivo para mí, aprendí que el honor es algo que la gente cree que se inventaron en el medievo para hacer a los caballeros más atractivos, pero en realidad es un valor moral que deberíamos tener, conservar y demostrar cada día en cada cosa.

 

Hace unos años escribí que mis deseos para el universo no podían ser más de quiero esto y quiero lo otro, tenían que empezar a ser peticiones para alcanzar por mis propios medios todo aquello que quisiera. En ese entonces pedí mejorar mi calidad de vida, en vez de un mejor trabajo o un millón de dólares. Lo mejor fue que lo logré, a través de todo lo que estuvo a mi alcancé y todo por lo que en ese momento me di a la tarea de alcanzar. A lo largo de los últimos 3 años –si no es que más- además de centrarme en lograr todo aquello que necesito –o creo necesitar- para tener una gran vida, he tratado de centrarme en ser una mejor persona. Difícil decisión, pues además de que no se puede ser bueno-bueno la perspectiva ante si eres buena o mala persona es amplísima.

 

Creo que he mejorado mucho. Ya que no nos podemos poner de acuerdo con que está bien y qué está mal, lo mejor es crearte tus principios y valores y seguirlos hasta donde sea posible. Ser congruente contigo mismo. Yo no quería ser elitista, materialista o superficial pero a veces se me iba la pinza pues siempre he tenido un miedo inherente a quedarme sin nada, necesito la seguridad del dinero, de la casa, de los ahorros, del futuro. Poco a poco y con ayuda de grandes personas he logrado quitarme ese miedo hasta llegar al punto de, si fuera necesario, donar todo lo que tengo por una buena causa. Ya no me importa tanto. Jamás hablo de dinero ni me preocupa que se acabe, no me gustan las marcas, ni la presunción, me gusta tener cosas que me gustan sin importar lo que valen y me gusta rodearme de gente igual. Definitivamente deje de ser una persona pose y medio farol, creo que no importa lo que tienes mientras eso que tienes te haga feliz. Y definitivamente no eres mejor persona por las cosas que tienes. Eso nunca lo pensé, pero lo he ido reafirmando a los largo de estos años.

 

También me di cuenta de que puedes crecer con gracia o por desgracia. Crecer e ir asumiendo el rol que te dan los años es increíble. Crecer y disfrutar de cosas nuevas, como las cenas gourmet en vez de los tragos baratos, salir por gusto y no porque es inadmisible estar en casa un viernes por la noche, disfrutar de ver el techo porque estás agotada por la semana. Entre otras cosas, aprender a apreciar todo aquello por lo que renegabas es muy agradable. Asumir este rol de cuidar a los padres como ellos lo hicieron contigo, ayudarles cuando puedas, invitarlos a comer, invitarlos a tu casa, preocuparte, saludarlos, extrañarlos y empezar a verles el lado que nunca les viste mientras estabas con ellos es fantástico. Y lo es porque es una decisión propia, ellos ya jamás te obligarán a nada, pero tener la suerte de estar en posición de echarles la mano y hacerlo es lo mejor que te puede pasar. Ellos deben haberse equivocado conmigo 1 millón de veces, y el mismo millón renegué de ellos, pero es imposible que yo no me haya equivocado el mismo millón de veces. No es una retribución, es el gusto de hacer algo por aquellos que te guste o no, hicieron todo por ti, y si no lo hicieron, lo más “honorable” que puedes hacer es ayudarles igual, porque ahora puedes, porque tú sí quieres hacer bien las cosas, porque puedes demostrar que siempre hay tiempo para reivindicarse. Porque no ganas nada diciendo: ahora fastídiate como yo. Pero ganas mucho siendo la mejor persona.

 

Yo quisiera ser una persona honorable, respetable, no alguien a quien le das una patada y te da un abrazo, pero si alguien que no te contestará la agresión. Honorable es alejarte y punto, y si algún otro alguien agrede a esa persona que te agredió, y estás en posición de evitarlo, lo evitas igual. Es una cadena, si no detienes la primera patada un mal día te llegará por detrás. Creo que muchísimas personas no miden las consecuencias de sus actos ni de sus decisiones. Somos producto de nuestras decisiones y jamás se me olvidará aquella anécdota de una amiga: “Le había hecho el internado miserable, lo trataba con la punta del pie, y le obstaculizó la carrera todo lo que pudo, un día, siendo el ya un médico reconocido y respetable, aquel otro le buscó, lo saludo efusivamente buscando tal vez el conectar con alguien tan importante ahora, y el muchacho le dijo: Usted creyó que el internado iba a durar toda la vida, pero se acabó, yo a usted no lo saludo”.

 

A veces pensamos que vamos a estar en la misma posición toda la vida, y si esta es ventajosa aún más, pero no sabemos. No sabemos cuando dará vuelta la tortilla y si teníamos no tendremos y será necesario pedir, y si no teníamos tendremos y será nuestra responsabilidad ayudar sin importar quién es. Es fácil vengarte, decir no quiero ayudarte aunque puedo, pero nadie tiene seguro ese lugar en la vida, todo puede pasar. Y más allá de tener un back up, cuando ayudar no te quita nada, es lo más honorable que puedes hacer.

 

¿Pero que es el honor en el siglo XXI? Esa cosa de la que hablan los caballeros de la mesa redonda, un cuento, una leyenda, un algo que a efectos de esta vida moderna, no tiene sentido.

 

“Y sin embargo… se mueve”

 

 

lunes, enero 23, 2012

De cuando el control excesivo hace perder el control.

Las empresas se ufanan cada vez que mejoran la seguridad de la red prohibiendo cuanto pueden para los usuarios y así "asegurándose" que no les quedará opción más que trabajar, porque cualquier otra cosa, hasta leer las noticias, será imposible. De este modo se aseguran de que sus empleados sean mucho más productivos ya que no tienen manera de perder el tiempo y además protegen la red de los peligrosisímos videos de Youtube, las temibles redes sociales y el horror de las descargas de iTunes, porque hay que entender que las canciones de Glee pueden poner en peligro al cotización en bolsa de las acciones del negocio. Ya me imagino, “a esta no le inviertas porque un analista se descargó el pacman” y claro la seguridad, porque descargarse un audiolibro en estos tiempos puede llevarte a la cárcel. Pero...

 

Hoy las claves de acceso de las cuentas empresariales de SM no funcionan.

Hoy el proxy bloqueo la parte de edición del sitio que tengo que administrar.

Hoy el proxy bloqueó y desinstaló el programa por el que acceso al servidor de la revista electrónica no pudiendo acceder a los archivos que debía subir.

Hoy el proxy no me deja entrar a la página de edición del sitio corporativo.

Hoy yo no puedo arreglar directamente nada de esto –como antes- porque tengo todos los accesos bloqueados y helpdesk aún no logra resolverlo.

 

¿Y que pasó?

 

Que todo el día he estado jugando angry birds en el teléfono y sólo espero que den las 6:00.

 

Tal vez es que la empresa y yo confundimos el significado de la productividad.