lunes, diciembre 18, 2006

El sueño

Ayer soñé horrible, simplemente horrible, y lo digo así porque lo sentí fatal.

La historia onírica se desarrolla así:

Estamos Montse, Mon y yo en mi casa, que es sólo mía, no la de mis papás, y estamos ahí porque ellas tienen que lavar su ropa (¿!?). Yo me despido y salgo porque tengo ensayo en la universidad, cuando llego aparezco en jeans y con un libreto en la mano, (supongo que ensayaría teatro) y lo único que alcanzo a leer es: "hoy verás al amor de tu vida..." antes de que Mariné me grite 3 veces para que vaya donde está. Al bajar del escenario mi outfit ha cambiado y estoy elegantemente enfundada en un vestido de noche, el mismo que usé en mi graduación, me acerco a una fila que han hecho todas las chicas y en el camino me topo con Montse que también está de etiqueta, nos formamos y al platicar me doy cuenta que es la graduación de Mariné, en ese momento Montse y yo comenzamos a platicar de cuando nos graduamos, hace ya tiempo, según el sueño hace muchos años.

Estamos a punto de entrar a un salón cuando aparecemos Montse y yo en la tienda de la esquina de mi casa, parece que vamos a comprar cerveza y yo harta del vestido le digo que iré a casa a cambiarme pero al girar la cabeza lo encuentro, detrás de su camioneta impresionantemente guapo, dentro de un smoking tradicional me mira como si me estuviera esperando, regreso a toda prisa al refugio de mi mejor amiga y tomando su brazo energicamente le digo: "ahí está", pobre Montse, mi cara era como si hubiera visto un fantasma y la de ella denotaba un miedo increible a que le fuera a destrozar el brazo. Giramos al mismo tiempo y lo vimos, no se había movido durante todo nuestro teatro, Montse corrió a saludarlo y terminando su encuentro efusivo me acerqué yo, lentamente, como esperando que desapareciera en cuanto lo tocara.

Me quedé parada ahí a escaso centimetros de él y lo miré con cara de nostalgia y reproche, le pregunté: "¿dónde estabas?". Y no me lo dijo. Me tomó de las manos me besó y me soltó un discurso de lo más empalagoso que terminaba en la famosa frase de: "nos merecemos otra oportunidad". Yo no sabía que decir. Montse volvió con nosotros y empezó a platicar con él, al hablar de alguien, una chica, él dijo que la había estado llamando y tratando de localizar pero no lo había logrado. En ese momento yo enfurecí, le grité, le reclamé, le dije que no había sido capaz de buscarme nunca y resulta que pudo buscar a alguien más, salí corriendo intentado no tropezar con el vestido, noté de reojo su ceño fruncido, su enojo ante mi incomprensión, y a pesar de las súplicas de Montse me fui sin voltear con el coraje atravesado.

En el camino a casa choqué con Mon, y le dije lo mismo:
- Ahí está"
- ¿Quién?
- David
- Aaaah... aaah!!!, ¿y que pasó?
- Nada, me enojé
- ¿Y a donde vas?
- A mi casa, a cambiarme, tengo que volver por él
- Pero... ¿que le vas a decir?
- Que me perdone
- No tiene de que perdonarte, y de todos modos, yo sigo aquí
- Eh...sí... pero él... tengo que estar con él
- ¡Pero yo vivo aquí!
- Sí, pero tengo que ir por él, se va a ir, lo sé, no puedo perderlo otra vez.
- Pero...

Y me fui.

Subí a mi casa y se presentó el sueño recurrente de subir las escaleras sin poder llegar nunca al piso adecuado, la descompostura del elevador, el departamento donde vive la chava que tiene un piano y siempre me dice que toque, etc.

Al salir por fin, busqué desesperada el coche pero no estaba, Montse y Mon me miraban sentadas en la banqueta con ese gesto de resignación que odié. Me quité los zapatos e intenté correr, pero mi madre me detuvo, me soltó un sermón acerca de no perder la compostura y la integridad de una dama... y ese montón de patrañas, parecía una abuela del siglo XIX. Yo lloré, grité, supliqué pero no conseguí nada. Me dijo que ya no era su hija, que no lo sería jamás.

En medio de la calles, sin zapatos, llorando desconsolada e intentando no tropezar con el vestido sentí que el cielo se me caía sobre la cabeza. Fui hacia la tienda, no lo ví. Incluso estaba el coche pero él ya no. Lo sabía, sabía que se iría.

Caminé hasta encontrar a las chicas y me senté con ellas. Le dije a Montse que ya no lo había encontrado y con cara de reproche me contestó:

- Pues sí, te enojaste a lo tonto, tenías que darle una oportunidad, tú te fuiste antes, te fuiste primero y lo dejaste, era tu turno de darle una oportunidad, y no quisiste.
- Es que...
- Vero; dejaste ir al amor de tu vida, ya no va a volver, lo sabías y lo dejaste ir.
- Sí sabía...
- Pues ahora ni modo.
- ¿y ahora que hago?
- Nada Vero, ya se fue.

Y así nos quedamos las 3 en la banqueta como si la solución fuera a caer del mismo sol, pero no pasó nada. Nada.

Y así el día llegó hasta mi realidad despertándome pacificamente.

Pues bien mi sueño, simplemente horrible, y a pesar que pareciera uno de esos sueño locos lo entiendo perfectamente.

Las personas en el sueño son de las más importantes en mi vida. Montse siempre me acompañará en el camino, me dirá la verdad aunque duela, y me apoyará en lo bueno, en lo malo y en lo feo. Mariné siempre estará para hacerme recordar lo divertido de la vida y para empujarme a seguir mis sueños por más locos que parezcan. Mon, estará ahí siempre, me guste o no, en medio de mi vida, para recordarme que se le puede dar la espalda a todo menos al amor y para hacerme ver, que aunque no parezca, alguien me necesita y por eso tengo que seguir adelante. Mi madre, reitera su posición de mantener primero el estilo que las pasiones, siempre ha sido así, aunque se lo callé, ahora sé que aunque yo pensaba lo contrario, nunca me hubiera apoyado en mi decisión de hace un año o ya más de un año creo. Mi casa, esas escaleras interminables me recuerdan que no debo esforzarme por llegar a un punto al que realmente no quiero llegar, es mejor salir y arriesgarme a buscar lo que de verdad he soñado.

Y David; él me gira el mundo. Me hace ver que tomé la decisión equivocada, que ahí estaba él y yo... la regué y que tal vez quisiera volver pero otra vez no soy capaz de darnos una oportunidad, por cobarde, por orgullo, por idiota. Me hace ver que no podré seguir hasta que olvide, hasta que deje mi pasado por bueno o malo que haya sido, pero dejarlo, porque no se puede vivir el presente si se actua en el pasado y así no se puede conseguir un buen futuro. Sé que me ama, ¡me ama!, pero... Montse tiene razón, lo dejé ir.

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