lunes, septiembre 11, 2006

Time goes by

Cuando era pequeña le echaba catsup al arroz y bonafina a la sopa de pasta. Me empeñaba en agarrar la cuchara como neanderthal para comer igual que mi hermano y me comía chipotles enteros con un pedazo de bolillo.

Cuando era pequeña casi no jugaba con juguetes, mi hermano y yo hacíamos tiendas de campaña con sillas y mantas, convertíamos las camas en naves espaciales, el comedor en un laberinto de Mario Bross, la cocina en una cantina del oeste y la casa entera en un pueblo vaquero llamado First Horse, donde los enemigos -no pregunten porqué- eran los romanos.

Teníamos un globo aerostático del tamaño de un bote de leche, y solíamos volar en él desde lo alto de la alacena hasta los límites de mi closet. También teníamos visores y aletas, un lenguaje especial para hablar bajo el agua mientras recorríamos arrastrándonos como gusanos (pues estábamos nadando en la alfombra) el inmenso mar en busca de tiburones, mantarayas y el tesoro de Jack Ives Custeau.

De vez en cuando nos daba por la diversión salvaje, peleábamos en las escaleras para no caer al "caldero negro" que había en el fondo del pasillo vecino. Jugábamos al "jalapelos" en el coche, entretenimiento que consistía en jalar del cabello al contrincante hasta hacerlo salir por la ventana, y volver a empezar al revés. "Agüitas" consistía en tomar un vaso de agua, y tirarnos de espaldas a la cama de mis padres dejando azotar la cabeza en el colchón, hasta que alguien acabara mareado. Finalmente, "mata al de abajo" era un juego cuya única regla era que no había reglas, era un juego sorpresivo donde se construía una barricada entre la cama de mi hermano y el closet, uno de nosotros se paraba en la cama y el otro en cuclillas frente al closet detrás de la barricada, tenías que saltar sobre la cama hasta estar seguro de poder brincar la barrera (que era un montón de ropa sobre una silla) y "matar al de abajo" o sea, caerle encima, los resultados eran desastrozos, o le caías encima al de abajo o de estampabas de lleno contra el closet. Hubo una mancha de sangre que duró 1 año en una de las puertas. Fui yo, fue mi nariz.
También jugábamos football en el estacionamiento, y en las noches, cuando no se veía nada, bajábamos a perseguirnos con pistolas de agua. üsabamos los juegos de té que me regalaban en Navidad como municiones para la guerra, y a lo largo del pasillo veíamos volar tazas, platos y teteras que se estrellaban en las trincheras, quiero decir, los burós de nuestros respectivos cuartos.

Teníamos un día especial, se llamaba el día "nacambut" (?!?), festejábamos la liberación de los ewoks y todas las criaturas fantásticas de starwars (mi hermano era fan, so was I), esta liberación se lograba cuando encontrábamos el "magic mushroom" escondido en las arcas sagradas (la caja de juguetes), entonces se cantaba una canción especial cuya letra no me acuerdo y dábamos un concierto en el bosque, con mi guitarra y su batería.

Nos agarrábamos a espadazos con los palos de mi "casita" una casa de esas armables que también me regalaron una navidad. Y de vez en cuando nos poníamos máscaras de luchadores y nos agarrábamos a madrazo limpio en plena sala. Una vez, muy aburridos dijimos: ¿y si nos damos en la madre?. Y nos dimos.

Un día, no se cual, todo eso se acabó, ya no hubo pistolas de agua, ni espadas, ni pueblos imaginarios, un día empezamos a salir a fiestas, a beber cerveza y otras cosas y convertimos la diversión en otra cosa. Un día de verdad nos agarramos a madrazos frente a Centro Coyoacán.

Un día el se fue, a hacer su vida dicen, eso dicen. Un día llegué a mi casa y sus cosas ya no estaban, nos habíamos peleado, por ideas, por algo que dije, por algo que pensó, quizás por algo que no dije. Un día llegué y él se había ido.

A veces pienso como sería la vida si él estuviera ahí, si todavía viviéramos juntos, me pregunto qué platicaríamos, si seguiríamos yendo a entrenar juntos, si seguiría pasándose a mi cama de vez en cuando y sin razón alguna, si seguiríamos leyendo juntos las historias macabras que no nos atrevíamos a leer solos. Me pregunto si seguiríamos saliendo a cenar y bebiendo café en la esquina, los martes, para hablar de todo y sin interrupciones.

¿Cómo sería la vida si él estuviera ahí? en mi casa, viendo la NFL, estrellándose conmigo para contestar el teléfono, acampando en mi cuarto para seguir discutiendo un punto de madrugada... ¿como sería mi vida? ¿como sería su vida? como sería...

Supongo que si eso se diera, haríamos otro día "nacambut", y si no recordamos la canción, podríamos componer una nueva y mejor.

Tal vez para lograrlo deba ir a buscar un hongo perdido en unas arcas sagradas... o tal vez, hay cosas en la vida, que aunque no te guste, simplemente se acaban.

¿Cómo sabes si algo es una desgracia?
¿Cómo sabes si es una bendición?
Más allá de las apariencias, la vida tiene otros significados.

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