sábado, octubre 23, 2004

Amo el basketball!

Caray, todo lo que ha pasado. Pues ya estoy en el equipo de Baloncesto, las chicas parecen agradables, con sus excepciones claro, pero no todo puede ser perfecto. Muy a mi pesar, no jugaré por el momento, tengo que entrenar, aprenderme las jugadas y empezar a entender al equipo para no regarla dentro de la cancha, después, yo espero poder empezar a jugar en los torneos, mientras tanto disfruto de los privilegios de pertenecer al equipo, como las faltas justificadas, el rompimiento de los horarios, el gimnasio gratis y, el respeto y admiración profesa de la "plebe" que no logra formar parte de esta fabulosa secta deportiva.
Realmente amo el basketball, la adrenalina que corre por mi cuerpo al pisar la cancha, el tablero retando mi habilidad, el balón jugando con mis manos, el calor del ejercicio, el sudor corriendo por la sien, haciendote saber que el deporte corre por tus venas, la excitación de ganar a toda costa, el esfuerzo por demostrar que eres el mejor, los tennis rechinando en la duela mostrando la fuerza del jugador... eres parte de un equipo de baloncesto, 11 personas confían en ti para lograr la victoria mientras tú confías en ellas como fiel mosquetero. La señorita de la recepción te ve aproximarte a la entrada del polideportivo y se apresura para abrir la puerta.

- Buenas noches! - dice ella con una sorisa

- Buenas - respondo.

Ante la puerta del vestidor un letrero que cita: "Sólo jugadores", entro ante la mirada atónita de una niña pequeña que se apresura a preguntar:

- ¿Juegas aquí?, ¿Qué juegas?

- Baloncesto - respondo mientras detengo la puerta.

La niña sonríe y sale corriendo hacia la cafetería del deportivo, la puerta del vestidor está por cerrarse cuando la pequeña aparece ante mí con un balón de basketball y me dice:

- Mi hermano también juega, este balón me lo regaló para que aprenda a jugar, ¿Me enseñas a jugar?

- ja,ja,ja claro! pero ahora tengo que entrenar - le dije mientras me miraba con decepción.

- Bueno, pero después ¿sí?

- Después sí.

La niña sonrió y desapareció por el pasillo, de nuevo rumbo a la cafetería. Me sentí como Magic Jhonson sorprendido en un entrenamiento por un aficionado. Ella no me conoce pero sabe que juego para el equipo de la Universidad, lo que me hace a sus ojos, alguien de quien aprender, alguien grande, importante, es excelente.

Jugar para un equipo universitario es en definitiva una de las mejores cosas que me pueden pasar en esta vida. No tiene precio. Soy muy, muy feliz.


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