viernes, julio 27, 2012
Esta ciudad
lunes, julio 09, 2012
Y nada...
martes, julio 03, 2012
El recuento de los 30
lunes, junio 25, 2012
Instrucciones para cumplir 30
viernes, junio 22, 2012
10 días para la sentencia
martes, junio 05, 2012
1 año sin la Yaya
miércoles, mayo 30, 2012
Por alzada
viernes, mayo 25, 2012
Acapulco Baby!
Por la tarde estaré partiendo al puerto de Acapulco y la razón que me lleva para allá trae consigo un escenario que no hubiera imaginado volver a ver. La escenografía, el reparto, aunque un poco cambiado no me deja más que pensar que es una especie de regreso al pasado. Mañana por la noche estaremos reunidos, pero en circunstancias diferentes los mismos que alguna vez pasamos un gran fin de semana en aquella bahía. Ahora faltan unos, 1 en realidad. Otros han llegado y hacen el viaje más entretenido y aventurero, otros incluso sobran pero de alguna manera hacen falta. Habrá reencuentros, pláticas y alguna foto captará un grupo de personajes que no hubiera pensado volver a retratarse junto frente al mar. Pero así será.
Las bodas traen consigo un rush de tal felicidad –cuando son de buena voluntad- que el cuerpo no lo soporta y tiene que llenar los hoyos que se abren en el vertedero de sonrisas con un poco de nostalgia. Las bodas te hacen pensar en otras personas, en ti, en tu futuro o en tu pasado, en tu presente que analizas una y otra vez repitiendo esa escena que estás viendo pero cambiando los protagonistas, las bodas te hacen pensar y sentir. Yo sólo espero que todos esos feelings volando como mariposas embriagadas por entre nuestras mesas no se mezclen de mala manera. Que vayan depositando buena vibra en cada comensal y terminemos en una fiesta de encanto mortal.
Comparto su felicidad. Me emociona el primer viaje familiar en el que participará Jess, me emociona ser madrina. Me preocupan un poco los estragos que pueda causar el alcohol en ciertas personas, pero más que nada estoy emocionada. Hace mucho que no me emocionaba. Creo que por fin estoy volviendo en mí o a mí.
jueves, mayo 24, 2012
Antes de partir...
La verdad le tengo miedo a un montón de cosas. Con mi nuevo trastorno de ansiedad he adquirido algunos nuevos miedos sin sentido, difíciles de manejar en una ciudad capital y sin embargo, ahí voy. Con todo esto me he dado cuenta de lo que realmente quiero y más allá de mi necesidad casi física de liberarme de los corporativos, cambiar mi imagen, recuperar el espíritu y alcanzar la verdadera libertad, dedicándome a lo que realmente me gusta sin necesidad de preocuparme por donde vivo, qué como y a dónde voy, he descubierto que el ego sigue reinando sobre mí. Entre las cosas artísticas y las altruistas no he logrado hacer nada trascendente y a pesar del miedo –también nuevo- a la muerte que jamás me había asaltado, lo que deseo profundamente es pasar a la historia. Suceda como suceda, después de mi deceso realmente quisiera aparecer en Wikipedia con mi biografía de músico atormentado.
“Sufría trastornos de ansiedad”, “Se deprimía constantemente porque sentía una alta presión de la sociedad para ser quien no era”, “No tenía adicciones más que a los libros”, “amaba su música y alguna vez dijo que un piano era mucho mejor calmante que un tafil”, “Creó la pieza magistral de… a pesar que en ninguna escuela de música querían admitirla por su edad”, “Fundó el Centro de Estudios y Entretenimiento para adultos mayores con el dinero que ganó en el Melate y cumplió su sueño de darle a las personas de la tercera edad una oportunidad de vivir con calidad y cumplir sus sueños sin importar sus años”. Decía: “Somos producto de lo que ellos construyeron para nosotros, trabajamos en las empresas que ellos crearon, comemos lo que alguna vez cultivaron y después enlatamos, vivimos porque existieron antes que nosotros, ¿y ahora los echamos al sillón de un asilo a ver el techo? No más.”
Nadie tenemos el futuro comprado pero sé que de verdad quiero pasar a la historia por haber hecho algo grandioso. No para mí, para el mundo.
miércoles, mayo 23, 2012
Vivir el presente
Últimamente, he estado leyendo mucho acerca de que hay que aprender a vivir en el presente. Dicen que mucha gente vive en el pasado, pensando que vivir en otra época hubiera sido mucho mejor, porque había menos presiones o las regala eran más holgadas, por la sociedad o hasta la comida. Otras porque se aferran a tiempos felices que no han podido reproducir, como una expareja inigualable, un ser querido irremplazable, un trabajo inmejorable, etc. Dicen también –los que lo estudian- que esto es una conducta de negación. Como no aceptan su presente, quieren vivir otra cosa que plantee un mejor panorama que el tiempo actual que no satisface sus necesidades o bien, gustos. En fin, que no aceptan lo que tienen y quisieran tener otra cosa, en este caso, lo que tenían o hubieran tenido en otro tiempo, según ellos.
El otro lado es vivir en el futuro. Muy común entre la gente se da que piensen en cómo mejorará su vida o su situación en un futuro cercano o lejano. Suelen decir cosas como: cuando yo sea rico… cuando mis hijos crezcan… cuando gane el PRD… cuando me jubile… etc. Viven negando o bien, haciendo a un lado tamabién el rpesente. Piensan que el futuro en determinadas circunstancias deberá ser mejor. Que no siempre serán pobres, o padres o empleados, y cuando eso suceda empearán a vivir un presente feliz. Antes no.
En ambos casos el problema radica en que el presente es lo único real que tenemos, de modo que vivir en el escenario del pasado o el futuro es en realidad perder el tiempo, ya que ni podemos regresar a otra época ni podemos vivir en un tiempo que aún no llega.
Entonces dice, UBICATE –película famosota en los 90 que me recuerda ciertas cosas. Vive el presente. Disfrútalo porque es lo único de lo que puedes tener certeza. Y sí, habría que concentrarse en eso. Como dijo el idiota del maestro de Yoga: “no podemos vivir en el futuro, que tal si ahora viene un terremoto horrible y nos quedamos aquí todos”. Acto seguido la poca relajación que habíamos adquirido se tradujo en caras botulínicas de sorpresa, desagravio y miedo. Ante tal consecuencia, repuso enseguida: “pero lo importante es que en este momento no está temblando y todo está bien. La mayoría de la clase no pudo reponerse y más allá de escuchar un “tiene razón” se escucharon los murmullos de: “este idiota”, “ojalá que no tiemble”, “ya me puso nervios@”.
Futurizar es una tendencia común. Yo creo que es porque así podemos tener mejor control de las cosas. Por ejemplo, no puedes hacer planes si no futurizas, tendríamos que vivir bajo el concepto de Dios proveerá. Sin embargo, sí es importante darle más peso a lo que está pasando en el presente. Es como si supiéramos que vamos a morir mañana, sería difícil concentrarse en otra cosa, pero lo mejor sería tener hoy el mejor día de nuestra vida, sin reloj ni preocupaciones. Sin que nos robe un solo minuto la tristeza o la desesperación de pensar, “mañana ya no voy a estar”. Pero claro, sería difícil. No estamos acostumbrados a tirar todo por la borda.
En fin que, hoy no me puedo concentrar porque me la he pasado pensando en el futuro. Pienso en el avión que tengo que tomar dentro de 4 meses y me alarmo un poco. Pienso en la hora de la comida, cómo nos organizaremos y si después de comer ya podré concentrarme mejor. Pienso en la boda del fin de semana, en cómo saldrá todo, en el viaje, en los horarios, en la logística y por supuesto antes de siquiera haber llegado, en el regreso. En la junta de hace unas horas me la pasé pensando en mi futuro hijo que aún no existe, y me imaginaba cómo era, me imaginaba dedicándole un libro que aún no he escrito y entonces me puse a pensar en el argumento del libro, en algunos párrafos, en el aniversario de lustro antes del hijo… y luego volví a la realidad. Cabe mencionar que hoy he estado un poco ansiosa, con un poco de kola loka en la garganta, y el único momento en que se me quitó esa pesadez fue cuando dejé de pensar en todo, tomé mi botella de agua y di unos sorbos. En esos 20 segundos estuve tranquila, relajada y sin preocupaciones, luego, al no tener nada en que entretenerme a pesar de la ponencia en curso, volvió el nudito, el libro, el hijo, el viaje y todo lo demás.
Sé que no es magia, ¿pero cuál será la mejor manera para quitarte el lastre de los tiempos ficticios? Si existe una recomendación, debería haber también alguna manera de llevarla a cabo.
Es como decirle a alguien: “Te aconsejo ahorrar”. Bueno, pero dime un buen método porque yo no sé ahorrar. Igual, habrían de decirte: “Te recomiendo que no futurizes, y puedes empezar a hacerlo así”.
Yo digo.
miércoles, mayo 16, 2012
Diles que no me maten
Descubrí en el doodle de Google la celebración a Juan Rulfo y eso me recordó muy buenos tiempos, por allá por la secundaria cuando nos dejaron leer El llano en llamas, y yo que ya lo había leído me dediqué a analizarlo, de modo que cuando lo discutimos en clase entendí muchas cosas de aquel libro que en la individualidad de mis 13 años no había comprendido, pero que Claudia Izquierdo me hizo comprender igual que lo haría más tarde con Aura.
Ahora Juan Rulfo siempre me saca una sonrisa porque recuerdo una buena época y sobre todo un buen libro. Ya sea Pedro Páramo o aquel libro de la secundaria, yo puedo leer cada uno, una y otra vez. Igual que El Túnel de Sábato, que ya hasta lo estoy deshojando de tanto traerlo por aquí y por allá.
Es muy interesante leer un libro varias veces, sobre todo si como yo, te da por resaltar pasajes o frases que en ese momento te gustan, te “brincan” o te hacen entender algo por lo que estás pasando. Eso sí, con lápiz, porque Claudia nos decía que los libros no se rayan. De modo que cuando lo vuelves a leer llegas a algún punto de aquellos subrayados y te acuerdas por lo que estabas pasando en ese momento. Yo a veces me río y a veces me acuerdo de cómo retomar el rumbo. Recuerdo por ejemplo en mi preciado El Túnel –que a todo esto lo heredé de mi hermano- que al leerlo por primera vez tenía subrayada una línea: “recuerdo como evitaba tener una relación con una chica por el simple temor de conocer a sus hermanas”. Me reí muchísimo porque en ese entonces mi hermano había terminado con una chica cuya hermana era mi mejor amiga. Originalmente él iba tras mi amiga, pero después de un pacto de no agresión con su mejor amigo éste se quedó con ella y mi hermano conoció a la hermana y se quedó con ella también. La relación de “los amigos” resultó buena y duradera, la de mi hermano fue un caos de un par de meses. Así que siempre que leo el libro y llego a esa frase subrayada pienso en lo que debió sentir mi hermano que lo llevó a mantener esa línea presente para no volverse a equivocar. Años después a mí me pasó lo mismo, y me reí durante 1 semana entera.
A veces los libros que ya has leído y resaltado te recuerdan un momento específico de la vida y vuelves a sentir lo que sentías, es como un tele transportador, a veces agradable y a veces no, pero no dejan de ser una guía, un recordatorio de por dónde deberías ir. Por eso es importante leer, no sólo por conocer una buena historia o una historia bien contada, no sólo por llenar el librero de Best Sellers o informarte, sino porque de alguna manera, los libros son desde un escape de la realidad hasta las piezas que te hacen poner los pies en la tierra. Cuando lees, conoces el punto de vista del escritor y de alguna manera se vuelve aquel tercero que te da consejos sin siquiera saberlo. Claro que, hay que saber escoger los libros.
Hoy en día me siento en la sala de espera de un consultorio y sostengo mi libro con la debida técnica, como me enseñó Claudia, me acuerdo siempre de sus clases y me río porque no me acuerdo de la clase de español, pero si de la parte literaria que llevaba consigo, de cómo surgió realmente el Frankenstein de Mary, de los secretos de Lord Byron, del final de Claroscuro y hasta de la nueva perspectiva de Romeo y Julieta que me llevó a leer a Shakespeare y escoger Macbeth como mi obra favorita. Y que hizo de la lectura mi mejor actividad y los libros mis mejores amigos.
Recordando este día a Juan Rulfo, me viene a la memoria aquella clase donde nos contó el porqué de sólo 2 libros siendo un autor tan afinado y si no estoy mal, cómo lo conoció por pura casualidad. Si me acuerdo de Rulfo, no me queda más que acordarme de esos maestros que más allá de las letras, te enseñan a vivir un poco. Así que felicidades a Juan por su cumpleaños, y un muy afectuoso saludo para Claudia.
viernes, mayo 11, 2012
Acontecimientos irregulares
Ayer mi hermano le llamó a mi mamá para felicitarla por el día de las madres. En otra familia esto hubiera sido lo normal (ya digo que la normalidad está sobrevaluada) pero para nosotros fue todo un acontecimiento. Hablaron unos minutos, él dijo feliz día, ella puso cara de sorpresa, mi papá dibujó una sonrisa nostálgica y orgullosa. Finalmente seguimos platicando por horas; yo observándolos, ellos manteniendo esa sonrisa que no se puede describir.
El fin de semana llevaré a mi mamá de compras como regalo de día de las madres, pero creo que ya recibió el mejor regalo que le podían dar. Y estamos todos tan contentos, porque la vida es así, sencillita y carismática.
Sin tapujos
Los viernes me pongo de buenas. Siempre tengo una actitud muy diferente al resto de la semana. Puede ser la influencia del fin de semana, saber que vienen un par de días de descanso. Puede ser que el viernes casual, venir en fachas o cómodamente sport me relaje, o tal vez sólo me sienta más libre de saber que e medio día y sé que se me pasa muy rápido. No sé, pero los viernes siempre cambio de actitud y me gusta. La gente puede ver por fin cómo soy en realidad, sin tanta seriedad y “tapujos”, sin tanto protocolo y monosílabos. No sé porque soy más odiosa el resto de la semana, pero es un hecho que los viernes, esto se baja al nivel mínimo.
También me pongo sentimental, me da por escribir en el muro de todos, por mandar correos, por conectar con amigos que no he visto hace años y dar consejos a los que no son ni amigos, es como si los viernes fuera más feliz y tengo la necesidad de compartir esa felicidad. Lo que sea, es bueno.
Entre otras cosas, este viernes en particular me siento mejor, creo que voy avanzando con eso de mi locura temporal y ya estoy recuperándome. Lo digo en el sentido estricto de la palabra, que ya estoy logrando recuperar quién soy, cómo era antes de todas estas crisis nerviosas que no me dejaban verle el lado positivo a nada. Empiezo a recuperar la emoción por las salidas, los viajes por ejemplo que en su momento me empezaron a causar terror. No estoy al 100% todavía, lo sé, pero creo que ya llegamos al 80% y eso me hace muy feliz.
Me da gusto porque si no recupero el positivismo pues me voy al hoyo. Siempre me ha gustado ser una persona optimista y haber estado varios meses con la sensación de que todo era una porquería y “cómo me pudo pasar esto a mí” ya me tenía cansada. Ojala esté en lo correcto, que no hablen las drogas que sigo tomando y que todo vaya hacia delante.
En estos meses también me he dado cuenta con toda la gente con la que cuento y francamente es más de la que hubiera imaginado. Eso también me da mucho gusto y por mi parte, planeo tener más contacto con esas personas que tenía olvidadas, pensando que tal vez mi vida y la suya no cuadraban mucho y era mejor cortar por lo sano, pero no, como dice mi Psych, tengo que empezar a darle oportunidad a la gente. Y eso haré, empezando por mí.
Estoy muy contenta ahora y sólo deseo mantenerme así, ir recuperando todo eso que se me fue de las manos, pero que a final de cuentas no perdí, sólo tengo que hallarlo y recuperarlo.
Sin nombres, sin menciones, sin placas honoríficas, ustedes saben quienes son, así que gracias a todos los que se han chutado esta etapa malsana y han seguido ahí, apoyando, ayudando, aguantando simplemente. Nunca había caído en cuenta lo importante que son la personas a tu alrededor, más allá de las reuniones, los eventos especiales, “las buenas”, pero en “las malas” me he dado cuenta que estoy casada con mucha gente que sin firmar un papel acepto estar en ambos escenarios y sólo puedo decir Gracias Totales.
Ahora sólo queda seguir mi plan de este viernes, la vida es demasiado corta para andarse con tapujos, así que hay que mandar todo a la chingada y quedarnos con lo que nos haga felices. Ya estuvo de quedarse con las ganas por quedar bien. La vida sin tapujos, como decía hace algunos años, no hay que echarle ganas, hay que echarle corazón y para hacer esto hay que ser transparentes, congruentes, auténticos, vaya, vivir sin tapujos, con la integridad que nos de la gana para ser feliz.
miércoles, mayo 02, 2012
Rarezas
Soy muy rara, ya me lo han dicho en repetidas ocasiones pero me doy cuenta que lo soy cuando yo misma sorprendo. Me molesta la gente que trabaja cuando yo no tengo ganas de trabajar. Me molesta su ir y venir, sus prisas, su afán en sostener este negocio pensando que no va sin ellos, cuando el negocio siempre va. Me molesta su hablar apurado y su sorpresa de verte tranquila, porque ellos no están tranquilos, ellos están de arriba para abajo y les resulta extraño quien no lo está. Me molestan sus interrupciones, su idea de que todos vivimos como están viviendo ellos. Me molesta su quedarse tarde cuando ellos sí que salen temprano, porque llegaron más temprano que todos, pero no acaban, ellos nunca acaban de trabajar, no terminan de tener prisa, no respiran, no se calman. No me afectan pero me molestan. Como las palomillas alrededor del foco, que no molestan mientras están ahí, pero que no puedes perder de vista por si deciden emprender el vuelo hacia tu cabeza. Yo no quiero que ellos, los de las prisas y la adicción a los deberes, se me metan en la cabeza. Yo no quiero jamás, ninguna vez, volverme así.
martes, abril 24, 2012
Un paso a la vez
Hoy en el radio venía escuchando Alfa, la estación me gusta aunque Esquinca no. Sin embrago, me quedé escuchando la historia de una enfermera australiana, que a cargo de los pacientes terminales, había logrado descubrir las 5 cosas más comunes de las que se arrepiente una persona al encarar la muerte. Me quedé escuchando porque siempre he pensado que lo único inteligente en la vida que puedes hacer es no arrepentirte de nada, incluso de los errores porque de ellos aprendes y quizás en ese momento no había más opción. No debes arrepentirte principalmente porque no se puede regresar el tiempo, y cada arrepentimiento será una carga más que llevar en la vida. Entonces escuché como una a una las 5 culpas más comunes me chocaban totalmente. Si yo hubiera sido uno de sus pacientes –me alegro que no- tendría que haber mencionado las mismas cosas y no me gustó. Así que un paso a la vez, iré reparando el camino para el día que tenga que pasar al otro mundo lo haga en paz. Pero sobre todo, para empezar a ser mucho más feliz. ¿Por qué de qué se trata la vida si no de ser feliz?
La tristeza profunda de no haber llevado una vida auténtica, sino la vida que otros querían.
Tanto luché contra esto que terminé haciéndolo. Recuerdo un capítulo de Friends, en que Rachel dice: “Dios, me esforcé tanto en no parecerme a mi mamá que no vi venir esto” al darse cuenta que era igual a su padre. Me pasó lo mismo. Me esforcé mucho en hacer y dejar de hacer muchas cosas para no parecerme a personas que me desagradaban; profesores, compañeros, figuras públicas, mis padres incluso –al menos sus cosas malas-, y terminé siendo uno de mis tíos. Claro, porque lo admiraba e inconscientemente quería ser como él. Pues bueno lo fui. Pero a mis 29 años me di cuenta que eso no me gustaba, que era un Carlos perfecto pero había dejado de ser Vero. Y siendo una copia fiel de Carlos me iba bien con los demás, por eso nunca me percaté del error. ¿Pero y yo qué? Yo no quiero ser tan paranoica con el dinero, ni tenerle tanto temor a perder la seguridad o la estabilidad de un trabajo o una casa, yo soy más impulsiva, yo sueño más, yo busco cosas diferentes, retos nuevos y cosas fuera del protocolo, así que no puedo seguir viviendo en el protocolo y la diplomacia que hace tan feliz a la gente que me rodea. Necesito ser feliz yo.
En una sesión de hipnoterapia breve, me regresaron a los 7 años, tenía que verme a esa edad, recordar que sentía, que hacía, cómo pensaba, y después, tenía que entrar mi yo adulto a la habitación. Cuando yo, de siete años me vi entrar pensé: “Ostia, ¿en eso me convertiste? ¿Qué pasa con esa ropa de oficina, con las ojeras de levantarse temprano, con la cara desguanzada de que odias lo que haces, con tus aires de grandeza corporativa que hacen feliz a todos menos a ti? ¿Dónde están los jeans? ¿Dónde están tus partituras? ¿Dónde está la sonrisa rebelde de que seguramente estabas haciendo algo que haría enloquecer a todos pero te haría completamente feliz a ti? Me decepcioné. Decepcioné a mi pequeña Vero porque la convertí en el clásico adulto que no quería ser. Y ahora sólo queda reparar el daño. Aún hay tiempo de convertirnos las dos en lo que siempre hemos querido ser, y escuchar por fin ese grito de “estás loca” que nos libere.
La frustración de haber trabajado demasiado y compartido poco.
Otra en la que jamás pensé caer. Debo reconocer que en este aspecto trabajar en HP me ayudó muchísimo. Aprendí el valor del tiempo y como estar en una oficina es totalmente retrógrada e innecesario para cumplir con tu chamba. De modo que no salgo tarde, ni trabajo los fines de semana ni nada de eso, sin embargo, el trabajo sí ha sido un pretexto para no hacer cosas. Sobre todo aludido al cansancio. Dejo de hacer cosas, de salir, porque siempre estoy cansada de trabajar y quiero hacer nada en mi casa, literalmente.
Le tenemos tanto respeto al trabajo, que nos dejamos de respetar a nosotros mismos. Recuerdo que cuando la Yaya estaba en el hospital, iba un rato a verla a la hora de la comida, me comía una torta para que me diera tiempo y estando ahí pensaba en que fregadera era tener que volver cuando yo quería quedarme ahí, con ella. Y que fregadera era tener que sacrificar la hora de la comida. Estaba poco tiempo y cuando llegaba el relevo salía corriendo de regreso al trabajo. Si no llegaba nadie y era demasiado tarde, tenía que irme igual. Salía desganada, preocupada, para llegar y ver que el mundo no se había caído sin mí. Debí haberle dicho a mi jefe y equipo, esta es la situación, los próximos 6 meses o 1 año, lo que dure, voy a tomarme 2 horas de comida y voy a salir temprano para ver a la Yaya, y se acabó. Cuando no cumpla un objetivo entonces hablamos. Pero no lo hice, y a veces pienso en todo el tiempo que pude haber pasado con ella, pero yo tenía muchas cosas que hacer. Igual me escapé muchas veces, pero vaya, a lo que voy es que el trabajo debe ser de las prioridades más bajas. Voy a trabajar al menos 20 años más, con la Yaya me quedaban 6 meses, ¿Qué valía más la pena? ¿Dedicarle tiempo a mi trabajo o a ella?
Jamás me volveré a perder una comida, un festejo, un cumpleaños, una cita, por motivos de trabajo, si tiene que ser así, entonces buscaré otro trabajo que no arruine mi vida. En aquella hipnoterapia me decían también, tú sólo te dedicas a sembrar ¿a que hora vas a cosechar y disfrutar de comerte la cosecha? Muchos lo hacen cuando se mueren, me prometo que no será el caso.
No haber sido capaz de expresar mis sentimientos.
Sigo sin ser capaz. Al psiquiatra le molesta mucho esto y parece que no avanzamos. Él insiste que debe ser que tengo algo atorado, un recuerdo reprimido que no me deja demostrarle a los demás que soy un ser común y corriente que ríe, llora y se enoja. Debe tener razón, pero yo sigo sin encontrar que es lo que atora mis emociones. Lo que sé y le comenté es que odio el teatro que hace la gente alrededor de una emoción. Si lloras, ya viene todo el mundo hasta a los que les caes mal, diciéndote palabras de aliento, alcanzándote unos kleenex, preguntando que pasa, si pueden ayudar en algo, y resulta que sólo se te salieron unas lagrimitas porque te pegaste en el nervio del codo. Enojarse es aún más difícil. La gente cree que uno debe controlar su ira, y mientras más elocuente reaccionas ante alguna provocación más te respetan. Pura mierda. Tenemos derecho a enojarnos. Yo tengo derecho a enojarme como me de la gana, tengo derecho a aventar cosas o pegarle a los muebles si quiero, a gritar o hacer un escándalo, es mi manera de sacar las cosas. El psiquiatra me dijo que debía darle oportunidad a la gente y se la voy a dar. Tengo el remedio para esto y es muy sencillo: “Jódete”. Cada vez que alguien me diga, “ay cálmate no es para tanto” yo le diré: “Tú jódete.” Cada vez que manifieste mi deseo de pegarle a alguien en la cara y alguien me responda con un: “caaalma, ¡que violenta!” le diré: “Tú jódete.” Y de aquí en adelante, si alguien se mete con mi manera de expresar lo que me de la gana, desde un berrinche de kinder hasta una risa desparpajada, sólo le diré: “Tú jódete.” Y tal vez añada un “pinche amargado”. Por que cuanod uno se enoja también tiene todo el derecho a decir groserías e improperios varios.
Haberse quedado en contacto con los amigos.
De esto no estoy muy segura. Sí le he perdido la pista a varios, pero ha sido más su culpa que la mía. Yo he querido tener contacto con gente de la prepa por ejemplo, pero ellos no. Tenía muchos amigos hombres, y como las viejas somos muy argüenderas –aunque de verdad podría no incluirme- una vez aparecida la novia o la esposa prefirieron cortar por lo sano aunque fuera una simple amistad, ya que esta civilización –y sobre todo el sexo femenino- sigue sin entender cómo se puede dar una amistad entre un hombre y una mujer sin sexo de por medio. Otros de plano no olvidan los rencores, y si contestan cosas como: “¿ya se te olvidó que nunca me devolviste mi goma? No voy a tu fiesta.” Eso es de hueva. Y otros yo he decidido no verlos pensando que tal vez sus vidas y la mía no cuadren mucho por lo tanto es mejor no moverle. Pero a ese sector sí que podría recuperarlo. Prometo hacer tiempo y espacio para retomar el contacto con amigos muy queridos como el George y su bacacho, Beavis, Montse –veremos si no entra al grupo de ya me casé y no tengo tiempo más que para mi marido-, la otra Montse –si quiere, Shak –si quiere también, Aydé, Vivi, Zuly, -que veo una vez al año, la Toca, Maky… ya veremos.
Haberse permitido ser más feliz.
Y este es un conjunto de todo. Recuerdo perfecto como decía “no podría ser más feliz que ahora” y lo mucho que me vanagloriaba de sentirme feliz con pocas cosas como un buen café, un whiskol, mi casa iluminada por mi Castor, brincar en la cama… y unos días después tuve un ataque de pánico regresando de vacaciones y nunca volví a sentir esa emoción de ser feliz con una tontería. Y es que no puedes ser feliz si no te gusta tu trabajo, tu oficina, que es un lugar al que vas todos lo días. No puedes ser feliz si no haces lo que te gusta, si estás pensando todo el tiempo en estar en otro lugar haciendo otra cosa. No puedes ser feliz si te da miedo decirles a tus padres quién eres realmente, cuando a decir verdad creo que soy una gran persona, aún cuando no cubra sus expectativas o más bien sus sueños. Yo sería feliz siendo yo, dedicándome a la música, siendo libre de mí y de la gente, diciéndole “jódete” a quien se lo merezca, siendo auténtica y congruente cueste lo que cueste y pésele a quien le pese. Así uno puede ser feliz. No estoy muy lejos. Tengo muchas cosas que quería para construir mi felicidad como mi Castor, pocos y muy buenos amigos, pocos y muy entrañables familiares, un bonito y cómodo departamento, un trabajo que al menos me da para mis chicles y la escuela que me llevará por fin al sueño de la música, sólo tengo que ajustar algunos tornillos más para permitirme de verdad ser más feliz. O al menos sonreír con más frecuencia.
Creo que esto es como los pasos de AA, lo primero es reconocerlo y lo segundo ser muy valiente para hacer lo que haga falta para reparar los errores. Así sea perder cosas o gente en el camino, perder seguridad, perder dinero o cosas materiales, mientras me haga feliz, creo que ya no me importará rendirle cuentas a nadie, más que a mí. Sabré que voy por buen camino cada vez que miré hacia atrás y sonría, o cuando dejé de mirar hacia atrás.
“Al fin y al cabo, sí que hay veces que el partido se gana en los dos minutos de tiempo de compensación”.