miércoles, mayo 16, 2012

Diles que no me maten

Descubrí en el doodle de Google la celebración a Juan Rulfo y eso me recordó muy buenos tiempos, por allá por la secundaria cuando nos dejaron leer El llano en llamas, y yo que ya lo había leído me dediqué a analizarlo, de modo que cuando lo discutimos en clase entendí muchas cosas de aquel libro que en la individualidad de mis 13 años no había comprendido, pero que Claudia Izquierdo me hizo comprender igual que lo haría más tarde con Aura.

 

Ahora Juan Rulfo siempre me saca una sonrisa porque recuerdo una buena época y sobre todo un buen libro. Ya sea Pedro Páramo o aquel libro de la secundaria, yo puedo leer cada uno, una y otra vez. Igual que El Túnel de Sábato, que ya hasta lo estoy deshojando de tanto traerlo por aquí y por allá.

 

Es muy interesante leer un libro varias veces, sobre todo si como yo, te da por resaltar pasajes o frases que en ese momento te gustan, te “brincan” o te hacen entender algo por lo que estás pasando. Eso sí, con lápiz, porque Claudia nos decía que los libros no se rayan. De modo que cuando lo vuelves a leer llegas a algún punto de aquellos subrayados y te acuerdas por lo que estabas pasando en ese momento. Yo a veces me río y a veces me acuerdo de cómo retomar el rumbo. Recuerdo por ejemplo en mi preciado El Túnel –que a todo esto lo heredé de mi hermano- que al leerlo por primera vez tenía subrayada una línea: “recuerdo como evitaba tener una relación con una chica por el simple temor de conocer a sus hermanas”. Me reí muchísimo porque en ese entonces mi hermano había terminado con una chica cuya hermana era mi mejor amiga. Originalmente él iba tras mi amiga, pero después de un pacto de no agresión con su mejor amigo éste se quedó con ella y mi hermano conoció a la hermana y se quedó con ella también. La relación de “los amigos” resultó buena y duradera, la de mi hermano fue un caos de un par de meses. Así que siempre que leo el libro y llego a esa frase subrayada pienso en lo que debió sentir mi hermano que lo llevó a mantener esa línea presente para no volverse a equivocar. Años después a mí me pasó lo mismo, y me reí durante 1 semana entera.

 

A veces los libros que ya has leído y resaltado te recuerdan un momento específico de la vida y vuelves a sentir lo que sentías, es como un tele transportador, a veces agradable y a veces no, pero no dejan de ser una guía, un recordatorio de por dónde deberías ir. Por eso es importante leer, no sólo por conocer una buena historia o una historia bien contada, no sólo por llenar el librero de Best Sellers o informarte, sino porque de alguna manera, los libros son desde un escape de la realidad hasta las piezas que te hacen poner los pies en la tierra. Cuando lees, conoces el punto de vista del escritor y de alguna manera se vuelve aquel tercero que te da consejos sin siquiera saberlo. Claro que, hay que saber escoger los libros.

 

Hoy en día me siento en la sala de espera de un consultorio y sostengo mi libro con la debida técnica, como me enseñó Claudia, me acuerdo siempre de sus clases y me río porque no me acuerdo de la clase de español, pero si de la parte literaria que llevaba consigo, de cómo surgió realmente el Frankenstein de Mary, de los secretos de Lord Byron, del final de Claroscuro y hasta de la nueva perspectiva de Romeo y Julieta que me llevó a leer a Shakespeare y escoger Macbeth como mi obra favorita. Y que hizo de la lectura mi mejor actividad y los libros mis mejores amigos.

 

Recordando este día a Juan Rulfo, me viene a la memoria aquella clase donde nos contó el porqué de sólo 2 libros siendo un autor tan afinado y si no estoy mal, cómo lo conoció por pura casualidad. Si me acuerdo de Rulfo, no me queda más que acordarme de esos maestros que más allá de las letras, te enseñan a vivir un poco. Así que felicidades a Juan por su cumpleaños, y un muy afectuoso saludo para Claudia.

 

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