miércoles, julio 06, 2005

Siempre hay espacio para un helado

Acabas de irte y yo me siento como si jamás fuera a volverte a ver, el camino a “la casa” se hizo eterno y los pasos de la parada de autobús hasta el depa fueron muy difíciles de dar, ya no podía preguntarle a nadie ¿tienes frío?, ni picarle las costillas, ni abrazar, ni agarrarle la mano, fue difícil.
Mi cuarto fue el peor escenario, la cama destendida todavía con tu esencia, el agua que olvidaste, ya caliente por el sol, un periódico lleno de notas y tu lista de canciones por grabar… mi ropa sin tu ropa, un par de pastillas que no tomaré, y hasta el resto de un refresco que apenas la noche de ayer compartíamos, fue muy difícil.
Fue increíble, como esperaba, como quería que fuera, increíble. Los días, las tardes, las noches, las pláticas, las comidas, las fiestas, hasta el calor disfrute contigo, y aún me sorprende la disposición de compartir un espacio tan pequeño y un calor de mil demonios, -habiendo oportunidad de no hacerlo- sólo por sentir un brazo que te atrapa por las noches, otro que sobra y una pierna que se acomoda entre los respiros de la madrugada.
Al ritmo de Dido escribo mis recuerdos de esta aventura, los flashes van y vienen provocando sonrisas imparables y deteniendo el nudo que se me hace al ver tu espacio vacío, que relleno infantilmente abrazando tu almohada.
Sé que el clima fue horroroso, el calor aplastante, el frío impertinente y para colmo te enfermaste. Caminar no fue el verbo más aplaudido de esta película pero tienes que aceptar que fue parte del encanto. Todo fue parte del encanto.
Dormir, despertar, comer, salir, bailar, platicar, todo fue un placer estas tres semanas, el tiempo se me pasaba tan rápido y tan bien que perdía la noción de los días y olvidaba las fechas, las fotos no tienen precio, esa parada de autobús algún día tendrá grabado tu nombre estoy segura, y el camino de Sol a la estación pasando siempre por el Palacio lo tendrás en la cabeza por el resto de tus días. Y que tal el jardín tétrico por las noches pero precioso por las mañanas, la puerta de Alcalá tras toda esa multitud y las Cibeles bajo esa lluvia artificial que estropeo tus folletos del Prado, donde Rembrandt nos pintaba un rincón escondido.
Cómo olvidar la puerta del Sol, tan típica y tradicional pero tan frustrante, mejor San Vicente o la Puerta de Toledo ¿no?, donde hiciste el shoping para vestirte –a mi parecer-de cuento de hadas, y luego a remar… que definitivamente no es lo tuyo, jijiji.
Lo mejor, Barcelona, porque pude compartir mi paraíso artificial con mi angelito de ciudad, lamento lo de la ropa de playa pero no puedes negar que haber estado en el Mediterraneo, fuere cual fuese la manera valió la pena. Y esa cerveza en la playa, tenía tantas ganas de contemplar el mar contigo, y tal vez de caminar a su orilla, pero después de un viaje tan largo y un día tan cansado no hubiera sido la mejor idea. Y el puerto no tiene precio, lástima de gente pero una conversación fabulosa, harrrtos peces, muchas risas, y mi inolvidable piel tostada que nos hizo reír tanto al día siguiente.
Me sorprende como estando en una cama tan grande fuimos capaces de encontrarnos en la noche y amanecer como sandwich, porque frío no hacía, pero quiero pensar que el subconsciente es más mágico que Harry Potter, y que la atracción metafísica es más potente que la misma fuerza de gravedad.
Cumpleaños feliiiz, puedes vender esa foto en una fortuna, eso no se ve todos los días, estoy contenta de haber echo esa locura que tanto quería, aunque nunca imagine que sería algo así, y me alegro de que lo hayas hecho conmigo. Y el regreso a casa… fue tan bueno.
No voy a acabar nunca de escribir todas las cosas que considero relevantes pues cada minuto compartido lo fue, estas dos semanas consagraron mi verano y no me importa lo que venga después, pues sin demeritar lo que viene, han sido las mejores semanas de mis vacaciones, no sabes cuanto te extraño.
Era todo lo que te quería decir cuando nos despedimos, “fue increíble, te quiero”, pero no me dejaste, y honestamente a mi no me salía la voz, lamento no haber podido terminar el viaje como habíamos planeado y espero lo hayas pasado genial, no falta tanto, ya te veré, y mientras tanto rellenaré mi pared con esas fotos que me remitirán a momentos inolvidables.
Y a la luz de un Botero recordaré que siempre tienes sueño y abrazaré en el frío ese breve espacio en que no estás, para traerte aquí una vez más como siempre.
Te quiero, eres sensacional, y este tiempo fue lo mejor que me pudo haber pasado, admiro a mi destino que siempre te trae a mi en los momentos precisos, y espero que todo vaya bien, te quiero y mucho, espérame, que ahora me toca a mi ir por ti y no sabes las ganas que tengo de verte otra vez.

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