martes, mayo 10, 2005

Madres e hijos

Cuando se es madre se es hija al mismo tiempo, según la naturaleza apostólica ortodoxa humana, pero cuando se es hijo no necesariamente se es madre (fiu!)... esto me deja muchas cosas en qué pensar.
Hace un par de días soñé que tenía un hijo, no es la primera vez que me pasa (soñarlo), y casi siempre es bajo las mismas circunstancias. Jamás me he soñado embarazada, nunca de parto, nunca un niño recién nacido o de brazos y nunca tampoco una niña. Siempre he soñado que tengo un hijo, hombre de entre 2 y 4 años, siempre. Tampoco he soñado alguna vez con un padre.
Una de las cosas que me llaman la atención en mi sueño es que cuando me doy cuenta de que el niño con el que sueño es en realidad mi hijo (o alguien me lo hace saber) después de mi sorpresa mi reacción es siempre buena, siempre me pongo contenta y cuando empiezo a interactuar con el infante en cuestión me pongo feliz, juego con él, le enseño a caminar, a hablar, lo cuido, lo protejo, lo llevo al baño, le explico cosas, hago todo cuanto puedo en el poco tiempo que dura un sueño, y me gusta.
En mi sueño de hace dos días mi hijo se llamba Diego, un niño gordito y calvo, torpe para caminar (igualito que yo), de ojos verdes y mirada atenta, impaciente por conocerlo todo y extremadamente activo. Me lo presentaron cuando yo salía de un entrenamiento de hockey, al dirigirme al coche mientras una prima se burlaba de mi por haber dejado las llaves pegadas, una tía me subió a su departamento y me dio las cosas del niño junto con el niño, yo no pregunté nada, pensé que era el hijo de mi prima (que existe en realidad y se llama Diego) pero al bajar mi prima sólo se rio de mi, me ayudó a abrir el coche con un duplicado que tenía en el suyo y me dejó partir. Mientras manejaba me di cuenta que todo el asiento trasero venía repleto de bolsas del super llenas de víveres, no quise imaginar como vendría la cajuela, ah es cierto, en la cajuela estaba mi maleta del hockey, por eso traía el super en el asiento, justo al lado del niño que por su edad y la posición de la sillita de bebé no podía ir de copiloto.
Llegamos a casa de mi abuela (aún me pregunto por qué). Aquí quiero aclarar que siempre que sueño que tengo un hijo aparecemos en casa de mi abuela, es una extraña y segura coincidencia. Dejé las cosas del chavalín en la cocina y luego fui a mi cuarto (el que originalemente es de mi abuela). Mientras se celebraba una comida familiar de cuyos comensales sólo alcancé a ver a mi madre yo jugaba con mi hijo, Diego, en el cuarto.
Enfundado en un mameluco rellenito color verde, me miraba como diciendo: ¿Y ahora que hacemos?, se puso a pegar en la cama y hacer burbujas con la boca como cualquier niño aburrido que busca jugar con lo primero que encuentra. Lo tomé del torso me le quedé viendo y le dije: tú eres mi hijo. Él se empezó a reir sosteniéndose hasta donde sus piernecitas le daban hasta que la risa apagó su fuerza y quedó suspendido entre mis manos, de manera que los hombros alcanzaban a tocar sus mejillas, nos quedamos viendo largo rato hasta que yo me empecé a reir y no paré hasta después de pasado un tiempo. Recuperados los dos de ese ataque de hilaridad, nos pusimos a jugar con una pelota, luego con un oso de peluche, luego con un cochecito de play school, (estoy segura que era play school) y finalmente jugamos una carrera en el pasillo en la que por supuesto Diego fue el ganador, de verdad estaba tan contenta... desperté con una sonrisa y pensando sólo en su calva, sus ojos profundos y su sonrisa cautivadora.
Varias veces he aclarado que no quiero ni pienso tener hijos y sin embargo varias veces me he sorprendido pensando y soñando con ello, lo más irónico es que siempre me ha gustado, nunca he despertado con un mal sabor de boca por algo así, al contrario, siempre despierto contenta y feliz.
Siempre he pensado que después de todo, me gustaría ver una pequeña personita que tiene mis ojos, mi cabello, mis manías, que habla como yo, me reta, me discute y hace todo por demostrar que es grande para que yo me sienta orgullosa. Siempre me he imaginado recargada en la puerta de la cocina observando como jala un banco y se estira para alcanzar un bote de galletas, el tarro de cajeta o algún dulce no permitido entre comidas. He imaginado la vitalidad con que limpia el desastre que dejó después de jugar a los apaches porque escuchó que el motor del coche se apagó y en menos de 2 minutos estaré en casa y no me va a gustar lo que vea, me he imaginado calmando su preocupación mientras me pongo un penacho, tomo un arco de plástico y le digo, ¡te he capturado!, ¡nunca descuides el fuerte yanqui capitalista! y él correrá por el sombrero cowboy cogerá una pistola y me matará, finalemente yo seré la que recoja el destare con una sonrisa grande, grande dibujada en mi rostro de madre orgullosa y feliz.
Me he visto assitiendo a festivales, haciendo disfraces ridículos, negociando calificaciones por regalos, indagando la carta de santa claus, jugando en el parque, empujando un columpio, corriendo tras de una bicicleta que hace tiempo que va mucho más rápido que yo... me he imaginado tantas veces con un hijo, o dos y siendo tan feliz qúe cualquier día podría pensar en tener uno, pero no, los hijos no son sólo juguetes, risas, parques y festivales, no, los hijos somos los demoniso del cielo de nuestras madres y es por eso que me olvido de todo lo que sueño e imagino antes de scar de mis entrañas un personaje incontrolable como yo.
Gracias Madre, podría ser la persona más idiota de este mundo, la más ruin, la más torpe e ineficaz, la peor y si no lo soy es por todos esos años en los que cuando estaba a punto de caer una mano fuerte y tenaz me levantó, y ahora, cuando creo que el mundo es mío, cuando dejé la bicicleta por el coche, los juguetes por los chicos y hasta la casa por el departamento de soltera, aún ahora cuando vuelo en otro cielo y creo que controlo incluso el viento bajo mis alas, aún ahora todavía me levantas, me detienes antes de que caiga en la imparable monotonía de la torpeza inherente de la juventud, y por eso más que agradecida sólo puedo estar orgullosa.
No creo que "De tal madre tal hijo", porque sé perfectamente que mi Madre y yo somos extremadamente diferentes, pero si pudiera sacar todas sus cosas buenas, y juntarlas con todas las mías no dejando lugar a esos histéricos defectos que me caracterizan, sería la mujer más perfecta del mundo, sin duda alguna jefecita, que nivel de mujer.

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