lunes, julio 18, 2016

Yo quería perro

Siempre quise tener una mascota, pero sobre todo un perro. Long story short, mis padres no son amantes de los animales, raro, porque ambos tuvieron perro, pero ninguno estaba dispuesto a tener mascota alguna en casa.
Mi hermano y yo sugerimos tortugas o peces, por aquello del espacio, la higiene, etc. pero resultó que eran de "mal suerte" así que nada de animales acuáticos. Los gatos no les gustaban y los perros menos, por el desorden. Recuerdo que siempre decíamos que podía vivir en el balcón, que podíamos cerrar las orillas para que el perro no se cayera, pero siempre tenían un pretexto, que el perro saltaría, que dónde iban a colgar la ropa, etc. Cuando tenía alrededor de 10 años desistí.
Solía atrapar catarinas en las excursiones de la escuela y las metía a los bolsillos de mi chamarra, llegaba a casa de la Yaya y le decía ¡mira! traje catarinas, son de buena suerte, pero siempre llegaban sin vida. Así que las dejé de atrapar. Era fan de las tiras cómicas de Garfield, y él tenía una mascota llamada Lile, una hormiga. Así que cuando una hormiga se metía a la casa yo la atrapaba en una caja transparente de cartas, que había tomado de mi papá. Le daba de comer, le construía muebles con plastilina, la cuidaba, pero siempre se moría. Después se metió un día una cochinilla, la atrapé igualmente y esa sí que duró mucho tiempo, se llamaba Bug. No sé en que consistiría su metabolismo pero este insecto sí comía el jamón y pan que le dejaba y parecía disfrutar de sus muebles de plastilina. Un día la pendejada esa abrió su caparazón y le salieron unas alas. Yo grité del pánico, cerré la caja y la aventé por el balcón. Estúpido Bug, tan buena relación que teníamos. ¿Porqué tenía que tener alas? Iagh... Durante algunos años me mantuve alejada de la entomología. Pero seguía queriendo tener una mascota a como diera lugar.

Cuidaba peluches de perro, los vestía, los mandaba a la luna, mil cosas. AL que mejor le fue, fue a Flupy, aunque ese perro era de mi hermano. Lo amaba con toda mi alma y le ponía su traje de tarzán.
A los 11 tal vez, descubrí que vendían unos animales a pilas que se movían y hacían los ruidos originales del animal, así que pedí uno de cumpleaños, me trajeron un elefante. Ese pequeño me duró hasta que me fui de casa a los 25, era un elefante genial. También tuve un pequeño perro de plástico que se llamaba Fóforo, como la caricatura. Como el Fóforo original era azul, pinté al perro de azul, era un perro de los pini pon. Le puse una moneda debajo y una correa hechiza para poder pasearlo por ahí. Luego descubrí que los perros paseaban delante de sus dueños, así que cambié la correa por un palito para poder hacerlo lo más real posible. Esa fue mi última mascota artificial. Después de Fóforo simplemente me olvidé de los animales.

Cuando crecí y empezó el discurso de "me iré de mi casa y tendré tal o cual" siempre dije que tendría una casa con jardín y un perro San Bernardo llamado Pericles. Que le pondría su barril de whiskey y lo entrenaría para que me arrastrara a mi cuarto cuando fuera necesario. Cuando me fui a vivir con Jess seguí con el discurso del perro, incluso acepté que no fuera un perro Pericles pero un perro. Un schnawzer, un shiatzu, un perro ferriony, un beagle, un caniche, lo que fuera, pero un perro. Tampoco sucedió. Igual que mis padres, siempre tenía una razón. Que no íbamos a estar en casa, que estaría sólo todo el tiempo, que sufriría mucho en un depto. y finalmente que se comería mi piano. El último statement siempre hacía que me echara para atrás y dejara de presionar. Luego llegaron los niños, y resultó que les encantan los perros, así que volví a empujar la iniciativa alegando que era por el bien de los niños. Casi 1 año después llegó el perro.

Finalmente en mi cumpleaños no. 34 Sasy, una perra cuya cruza la hace parecer un doberman miniatura, llegó a casa. Jess se apiadó de mí (y de los niños) y decidió que sí podíamos hacer frente a tener un perro. Yo fui inmensamente feliz.

Todo empezó muy bien. Una perra pequeña, tranquila, que no babea ni tira pelo, que aguanta las maldades de mis hijos y que obedece. Hasta que agarró confianza.

Ahora la perra, se ha comido 3 chupones, rompió la lámpara de los niños, arruinó 2 pares de chanclas de baño y desprendió absolutamente todo el silicón del cancel del baño. Mientras antes podía quedarse libremente en el departamento, ahora hay que dejarla afuera porque no respeta nada. Sasy puede estar 2 horas en el parque y hacer tanto popó como quiera y pueda, pero la pipí, la guarda para la casa. No importa si son 2 minutos o 2 horas, no importa si son 2ml o 2lts de agua, la pipí para ella va en casa. Ante tal actitud, le pongo periódico, jerga, revista y hasta pañal en el lugar donde escoge para descargar la vejiga, y sí, va directo al lugar designado y hace justo a un ladito del dispositivo que yo haya puesto. No encima, al lado. Pero siempre donde pongo lo que ponga. Y si "le gana" su lugar favorito para descargar el vientre es bajo el columpio de los niños. Eso sí, siempre que el foamy de los niños esté alzado, porque si está en el piso, los materiales de desecho no le funcionarán, hará en el gateadero de los niños sí o sí.

Le compré galletas para entrenarla como Pavlov dándole premios vs. castigos. Y el sábado descubrí que va y las bota debajo de la cama. Sí, a la perra no le gustan las galletas. No fuera una chancla...
Le compré una cama, tan suave que hasta yo me quería dormir ahí. Y sí le gustó. Excepto cuando es hora de dormir. Si es hora de dormir entonces la perra va en la cama, específicamente entre Jess y yo. Pueden darte las 4:00 de la mañana y sigues despertando para decirle que se baje. La puedes empujar, cargar, mantear o patear pero la perra vuelve a subirse. Hoy incluso paso encima de JC y como gorda de pesero fue a arrellanarse entre JC y Jess, ya que entre JC y yo simplemente no había espacio.

En mi desesperación la encerré en su jaula de viaje, con su cama, comida y agua. Entró sin que la obligara y se acostó plácidamente. Pero luego debió darse cuenta que ya no podía subir a la cama cuando yo cerraba los ojos, así que hizo su berrinche y destruyó su cama. Quiero pensar que la destruyó ella, porque si no fue ella entonces en las croquetas venía una alta carga de C4, y tan alta, que rompió hasta el seguro de la jaula. Quiero aclarar que Sasy mide aproximadamente 30cm de alto por 50cm de largo y pesa unos 5kg, si acaso.

Ante los chillidos de la perra (yo creo que por la explosión terrible que hubo dentro de su casa) Jess me dijo entre sueños que hiciera el favor de sacarla. Así que la saqué, previo aviso de que se subiría a la cama y yo no tenía fuerzas para increparala. Una vez afuera, entre 5AM y 7:00AM tuvo perfecto tiempo para ir a orinar al lado de la jerga que dejé donde había orinado previamente, mordisquear mis crocs y comerse el chupón de Juan Carlos. Lo último que le dije, mientras ella bajaba con toda la intención de acompañarme al trabajo fue "tienes 3 para entrar a la casa". Entró al #3 muy molesta. Después de haberle comprado una casa, un pasto, una cama, 2 platos, croquetas nice, galletas para perro, montón de carnazas de diferente sabor, 2 collares, 1 correa, 1 pechera, tocino para perro, 2 juguetes, shampoo Animal Planet, spray anti-pulgas, spray del perro consentido, spray repelente para que no haga del 1 en donde lo pongas (¡ja!) y otras monerías, no sé cuál será de forma de agradecimiento cuando vuelva. Puede ser desde una gran popó hasta comerse algo de los niños o destruir unos zapatos nuevos. Ya veremos. Eso sí, hoy la voy a bañar, los dueños al menos tenemos esas ventajas de venganza "a la buena".

Hoy que llegue, después de limpiar la casa y sacarla a pasear, pondré la tina en el baño y con la esponja en la mano le diré, Saaasy, oh Saaaaaaaaasy, ven que te tengo una sorpresita.

p.d. No va a tener una nueva cama hasta que ahorre lo suficiente para comprarse otra. El que la hace la paga. Yo no me trago lo de la explosión.



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