jueves, junio 02, 2005

De precios altos

Sales de casa cargando un costal de ilusiones sostenidas con voluntad para lograrlas y la sonrisa inherente de la independencia, y es que no hay nada mejor que ser dueño de tu propio destino. Te guste o no arrastras una cadena de sentimientos y muchos recuerdos, pero ahora en vez de detenerte te alientan a construir tu nuevo mundo, y después serán los que te sostengan y mantengan en pie.
En la cabeza llevas tantos pensamientos que empiezas a ladearla de tanto que pesa, hay mucha gente corriendo por tu memoria y ese sin fin de fotografías de momentos surge como flashes en una entrega de premios internacionales. Comienza el nudo en la garganta, pero no, no puedes permitírtelo, no puedes debilitarte en ese momento cuando necesitas de todas tus fuerzas para dar el gran paso, para hacer lo único que vale la pena en la vida: lo que quieres.
Ahora es el momento de los suspiros, te estás deteniendo en ciertas imágenes y ya no las contemplas a través de la memoria sino del corazón, te aferras a la carta que te firmaron todos, a lo último que te regalaron y no queda más que apretar los dientes y seguir.
La hora de partir, lo que sientes, no tiene nombre, estás dejando tantas cosas… pero en tu cabeza resuenan las palabras de aliento, la fuerza está contigo, no hay despedida, sería darse cuenta que ya no volverás, aunque así es realmente, voces, palabras, risas y llanto te rodean, ya es el último paso, y tienes que voltear de nuevo con los nervios hechos polvo y escuchar esa canción que una noche antes marcó el mejor momento y el último, ya no están, ahora todo depende de ti.
Has llegado a tu destino, eres más que feliz, no te das cuenta de nada, no sientes frío aunque hace, no sientes la lluvia, no respiras el aire, y aunque no conoces nada no te sientes perdido pues estás por fin en el escenario de tus sueños, ya no te importa nada más que empezar la obra.
Y el tiempo pasa, y las cosas cambian, y ya nada es lo mismo, y ya nada es igual, y toda la gente es nueva, y ya no escuchas esa canción, y ya no vas a los mismos lugares, ni hablas igual, ni te vistes igual, ni eres la misma persona, ¿mejor?, ¿peor?, no sabes.
Llegas a casa, como todos los días, “casa”, no están tus posters, ni tu colección de llaveros, ni tus discos, ni tu fotos, la pared ni siquiera es del mismo color, no está tu tasa favorita, ni tu acolchado sillón, no está tu cómoda almohada, ni tu enorme cama, ni tu espejo, ni el mueble del baño que rompiste, pero es tu casa, lo sabes, y te sientes en ella.
Ahora todos los días te levantas, sales a correr en territorio desconocido, vuelves, recoges el correo, te haces de comer, lavas tu ropa, vas a la universidad, compras una cocacola, lees el periódico, tomas el autobús, ves la televisión, saludas a tus compañeros, cenas en la sala, lavas tus trastes… ahora pagas la renta, la luz, el agua, el gas, el teléfono, te robas el internet, lees mucho, comes menos, tomas más agua y engordas más, sales más seguido, tomas demasiado alcohol, viajas mucho, estudias igual y te cuesta el doble de trabajo por la mitad de resultados, aumentó el estrés, los dolores de cabeza, el dinero no te alcanza, la cerveza es insuficiente y cotidiana, y desvelarte se ha hecho una costumbre, un hobbie una necesidad. Más ojeras, menos cabello, y contadas sonrisas, menos humor, más dolencias, menos disposición, un desastre.
Pensaste que todo permanecería igual aunque en el fondo sabías que no sería así, caray, no te despediste de nada, te fuiste tan rápido, y ahora nunca volverás a casa, ni a tus posters, ni tu cama, ni aquel mueble de baño que rompiste, ni correrás en tu calle, ni estarás con la misma gente, ya no te verán igual, simplemente has cambiado, has estado mucho tiempo lejos en un mundo diferente y ahora simplemente ya no eres el mismo, no puedes ser el mismo. Pero los largos suspiros, las noches en vela, la tira de recuerdos que pasa una y otra vez frente a tus ojos cerrados tiene que terminar.
Entonces despiertas, a otro día en que correrás en territorio desconocido… no, no ya no, no, llevas mucho tiempo ahí, ya es territorio conocido, ya te saludan por la calle, estás a punto de terminar la universidad, a eso viniste, tienes nuevos posters y fotos, y momentos pintados en cada esquina de esa, tu casa, tuya y de nadie más, y cada rincón de tu vida se ha rellenado por aquello que quisiste o se te ocurrió, nada de lo que tienes te lo han dado, nada te lo han regalado o impuesto, todo lo que haces, tienes, o dejas de hacer es por ti y para ti, todo lo que te rodea es aquello que decidiste que te rodeara, y te desvelas porque te has acostumbrado a otro estilo de vida, y el estrés es tu amigo y las ojeras muy bien ganadas, y el cabello muy bien perdido, y las dolencias orgullosamente obtenidas, y cada cosa, momento, decisión, impulso que has seguido es felizmente disfrutado, como un helado en el verano, todo es tuyo, ya que importa lo demás, tal vez las cosas no salieron como esperabas pero salieron, pues a final de cuentas, eres efectivamente dueño de tu propio destino. No puede haber algo mejor.
No hay nada que cueste más caro y que se aprecie mejor que la simple y sencilla libertad de volar más y caminar menos. O puedo dejarlo solamente en libertad.

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