miércoles, octubre 29, 2008

Esta vida loca, loca, loca, con su loca realidad



Olvidarte será fácil te lo digo, es cuestión de no escuchar a mis latidos.

Me gustó la frase. Claro que… ¿Qué podíamos esperar de Céspedes? Me encanta también. Ese no se desgarra la voz cantando, se desgarra el alma.

Creo que eso es olvidar. Una negación del sentimiento. Creo que las cosas se te quedan en el cerebro y las archivas, pero siempre hay un momento de descuido en el que una canción o una palabra en el momento justo traen al sentimiento de vuelta, o es que el sentimiento reprimido escapa y va a ese cajón a sacar lo que quisiera. De cualquier modo, después de la opresión en el estómago, del nudo en la garganta, no olvidamos, no es que hayamos recordado un poco. En realidad tomamos el sentimiento y lo domamos, nos peleamos con él, volvemos a reprimirlo de modo que vuelva a su lugar, a su cajón, a su celda. Que no salga, que no presione, que no altere el sistema que ya sabe correr sin esos programas, sin esos códigos, sin esos mecanismos que respondían nada más y nada menos que a su voz.

No olvidamos, reprimimos. Frenamos sentimientos que si fueran libres nos llevarían directo a la locura. A ESA locura. Por eso cuando estamos borrachos y perdemos el control hacemos tanta estupidez. Por eso llamamos a altas horas de la noche sin fijarnos, por eso mandamos mails o mensajes que al día siguiente van seguidos de disculpas y aclaraciones. “No era cierto eso de que todavía te amo, estaba borracho”. “Lo mandó un amigo por fastidiar no yo”, “Me equivoqué de dirección electrónica”. Y así.

Estamos llenos de excusas, y como siempre digo, de pendejadas. Sigo pensando qué fácil sería hablar cuando te da la gana sin tener que disculparte. Ir a visitar a alguien de sorpresa. Llevar un regalo. Llevar la guitarra y tratar de cantar lo que no eres capaz de decir. Decirlo aunque no seas capaz.

Y hoy, por alguna extraña razón, por los cambios, por Cespedes; sólo pienso en la cantidad de cosas que serían diferentes si supiéramos decir adiós a tiempo, aunque signifique arrancarse la piel. Si tuviéramos los pantalones de decir “ya no es lo mismo”. Pienso en la infinidad de veces que todo se arreglaría con la determinación de: “a donde sea si es contigo” sin escuchar a nada ni a nadie. Y sobre todo, la cantidad de mundos que podríamos descubrir, si fuéramos capaces de decir: Quédate. Con el orgullo destrozado y el corazón en la mano, que tanto valdría la pena si efectivamente, se quedara.

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