Otra vez soñé con él. Y con ella, porque siempre que sueño con él aparece ella, en el mismo papel, como tratando de advertirme que quedarme con él no es la mejor decisión. Es raro.
Estaba en un evento de la oficina, terminando ya, entregando unas notas en caja y haciendo otros asuntos inherentes a esos eventos. La escena era en algo parecido al Fridays del aeropuerto, pero gigante. Caminando entre las mesas llegué a notar que había mucha gente de la prepa, y entonces mientras me dirigía a la barra recordé que había una reunión de la prepa, justo después de mi evento. Montse ya había llegado a aclararme todo el asunto.
Bebía un vodka tonic en la barra cuando vi a su prima, y me sorprendí. Montse enseguida se apresuró a decirme si sería posible que él hubiera venido a lo que respondí que no, que además de no ser una persona muy afecta a esas reuniones, yo no tendría tanta suerte de encontrármelo así de pronto, sin más ni más, en el restaurante que yo dirigía hasta el momento. Pero su prima pasó junto a nosotros y dejo tras de sí la vista despejada en la que asomaba su perfil. Sentado con el look de siempre, con las manos juntas y la sonrisa a medias platicaba con alguien, una chica, alguien nueva. Y yo me di la media vuelta y me fui, no sin antes escuchar como siempre, la misma y repetida frase de Montse: "¿No vas a ir por él?". No vas a ir por él... como si me perteneciera.
Terminamos todos en un hotel. Al parecer era una reunión como de fin de semana y estábamos en ese hotel tan parecido a los dormitorios universitarios que de no ser por la extravagante recepción no parecería hotel. Y yo vagaba por los pasillos, buscando mi habitación y no, pensando que tal vez David no se había quedado, que tal vez sólo había ido a la comida del restaurante y se habría regresado esa misma tarde, y que tal vez otra vez había desperdiciado la oportunidad de hablar con él. Pero es que en estos sueños siempre estoy confundida y algo asustada.
Lo vi pasar y supe que sí estaba en el hotel. Sin duda el me vio a mí, cruzó casi rozándome hacia las escaleras pero no se detuvo, y yo volví a decidir que no lo buscaría. Terminé de nuevo en la barra, tomando cerveza y maldiciendo su arrogancia cuando llegó ella. Mónica con ese look desenfadado como si fuera menor que yo que siempre porta en mis sueños me alejaba la cerveza mientras me preguntaba qué pasaba. Y yo ignoraba la pregunta y seguía pensando, sabiendo que ella no podría ayudarme en nada. Otra vez lo veía pasar a lo lejos y entonces le decía: “David está aquí”. ¿Y por eso estás tan enojada?, ¿Si te hace enojar para que lo sigues?. “Ni siquiera lo he seguido”, “Ni siquiera me ha hecho caso, ese es el problema”. Habla con él. “Ese es precisamente el problema que no sé cómo, y no parece que él quiera hablar conmigo. ¿Y te vas a quedar aquí? Podemos hablar si quieres. “No. Ahora no”. Y me fui.
Ya era de noche y comencé a perder la paciencia, no parecía quedar mucho tiempo para aprovechar la situación de estar los dos en el mismo lugar así que decidí buscarlo. Como en una carrera contra el tiempo mientras más tiempo pasaba más perdía la paciencia y menos sabía dónde estaba. Por fin llegué a un campo parecido al circuito de cuemanco y vi a un montón de chicos en ropa deportiva. Según mi sueño estaba en el dormitorio de los hombres y me dirigía a la zona de jugadores de americano. Corría, saltaba, en algún momento tuve que cruzar el lago, preguntaba y simplemente no lo hallaba hasta que finalmente un señor parecido al entrenador de “One tree hill” me señalaba un punto de la barra del bar y al moverse un muchacho de su asiento lo veía.
Me detuve un momento, tenía que respirar. Había corrido mucho y en este momento sentía que se me encogía el estómago, como cuando te dicen que alguien está en peligro y finalmente lo encuentras a salvo. Quería pensar que no era producto de mi imaginación.
Caminando lentamente me fui hacia él y me senté en el banco de al lado. En la T.V. había un juego de los Yankees.
- Te estuve buscando todo el día.
- Ya lo sé.
- No me dijiste nada.
- Tú tampoco. Pasaste al lado de mí más de una vez, pensé que no querías hablar conmigo así que no te hablé.
- No quería pero… Creí que tú eras el que no quería hablar. No me dijiste que venías.
- Quería darte una sorpresa. Pero cuando llegué estabas muy ocupada y no quise interrumpir. Luego te vi con Mónica y tampoco quise interrumpir. Ahora…
- Hubieras interrumpido. Todo el día he querido hablar contigo.
- Si me vas a preguntar porqué me fui no te voy a decir. Porque te vas a enojar.
- No me voy a enojar. Bueno tal vez, pero dime.
- Me fui porque no quería que tuvieras que elegir.
- ¡Te hubiera elegido a ti! ¡Siempre!
- Uno nunca sabe.
- Ahora lo sabes. ¿Ahora qué hacemos?
- Nada. Irnos. Juntos. Si quieres.
Y me desperté.
Hace unos días concluí, de manera muy personal aclaro, que para saber si debes quedarte con una persona sólo tienes que hacerte 2 preguntas: ¿Es lo mejor? Y ¿Es la única persona capaz de hacerme feliz? Y viceversa.
De modo que si crees que eres lo mejor para él, porque contigo puede ser mejor, y puede alcanzar sus sueños y vas a ser una escalera en su vida más que un ancla llevas el 50% ganado. Si además, crees que eres la única persona capaz de hacerlo feliz, que nadie en esta maraña de personas podría hacerlo más feliz que tu, que con nadie estaría más cómodo, ni más a gusto ni más contento por lo que sea entonces has ganado todo. Y al revés, debes preguntarte qué es para ti, debes concluir que es lo mejor y es el único capaz de hacerte feliz.
David, es definitivamente el mejor hombre que he conocido. El único que no se espanta de mis ideas ni de mis reacciones, el único que me sigue en mis locuras, que cuando digo que habría que matar a alguien por su estupidez completa mi frase diciendo “con un bat” en vez de decirme “que agresividad”. El único que si me ve pateando un sillón me dice: “¿Por qué pateamos al sillón? Y se pone a golpearlo conmigo mientras le explico. Sí, sería lo mejor para mí, porque no se acomide ni me trata como princesa. Me levanta si me caigo y me empuja para que siga adelante. No pregunta cómo estoy porque sabe y confía en que estyo bien y no hace lo que yo no puedo hacer, sino que me enseña a hacerlo. Es un hombre con voluntad, de modo que no puedo perder la mía, porque lo perdería a él. Él es lo mejor para mí.
Es la única persona que puede hacerme feliz porque es la única persona que me quiere y me respeta tal cual soy. No busca más ni menos, no espera más ni menos, no me pide nada a cambio, ni necesita que cambie nada. Y lo más importante, después del famoso “peer crush” es la única persona que logró que lo quisiera, que me olvidara total y completamente del pasado, y que no quisiera más que un futuro con él. Definitivamente es el único capaz de hacerme feliz.
¿Yo? No sé si sería lo mejor para él, no sé si podría hacerlo feliz, mucho menos sé si sería la única capaz de eso. Pero sé, que invertiría cada uno de mis días en intentar hacerlo. Si pudiera.
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