Empiezo a pensar que la vida -al menos la mía- es como una carrera de motocross. El camino se ve difícil y cuando te lo describen hasta espanta, pero una vez montando tu moto empiezas a sentir el motor, la velocidad la adrenalina y todo se te olvida. A veces hay curvas, topes, desfiladeros, subidas y bajadas que hay que tomar con precaución. A veces no ves una piedra y te das en la madre contra el piso, otro competidor o hasta tu compañero de equipo. Pero nunca es invalidante. Te levantas y vuelves a tu moto, otra vez el "rrrrrrrrrrrr" y el brinco del vehículo biciclo te avientan a la carrera. Como todo, hay rectas y partes asfaltadas donde podrías manejar con los ojos cerrados, descansar, eso sí, no puedes dormirte nunca, porque hasta en el camino más seguro dormirse es fatal.
Siguiendo está analogía -cómo me gustan verdad- he encontrado que en mi vida para tener una recta y descansar, necesito primero pasar por un camino de terracería lleno de baches, hoyos y pendientes, y luego cuando ya estoy maldiciendo hasta por lo que no me afecta BOOM! se viene la recta y todo es tranquilidad. Lo mejor de mis carreras, es que las rectas duran.
Estoy contenta -por si no lo han notado- después de tanto quejarme y "sufrir" en mi antiguo trabajo, antiguas relaciones, antiguos compañeros y otras cosas más, de nuevo salí de la curva para encontrar la recta y no me puedo quejar de nada.
En un día como hoy en el que todo ha salido bien, en el que me estoy desayunando un muffin delicioso con un cafecito de "te chai vainilla" patrocinado por esta mi nueva empresa, en el que ya soy libre y oficialmente HP, en el que salí espantosa en la foto del gafete como debe de ser, en el que voy a salir temprano porque es viernes, en el que agendé una reunión con el CEO WW, definitivamente no puede estar menos que contenta.
Y seguiremos en la recta.
Hasta que la cosa se ponga aburrida y haya que tomar el camino intrincado para ponerle sabor.
Y salir a la nueva recta.
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