miércoles, julio 10, 2024

La espada

 

Hay veces, días, momentos, épocas, lugares. Hay instantes en que todo da vueltas y marea, y hay instantes que se vuelven eternidades.

Hoy marea. Hay veces en que la vida marea y no sabes cómo bajar del barco. Quizás porque muy en el fondo no quieres bajar, y no por quedarte con esa sensación de náusea y hueco en el pecho si no porque tal vez y sólo tal vez bajarte sería aún más terrible. Es importante saber y entender que esto sólo pasa a veces, en esos momentos imprecisos del tiempo y de la emoción, en esos instantes incontrolables donde el demonio interno que siempre vive en ti decide salir a divertirse a costa de tu sano juicio.

¿Qué hacer? Bajar del barco implica muchas cosas. Es entrar a territorio inexplorado, es no saber si cuando vuelvas de tierra el barco seguirá ahí o será otro que aún se sienta peor, o mejor. Es enfrentar civilizaciones nuevas, entidades desconocidas, emociones imprevistas y ¡ay! no estamos para descubrir nuevas emociones en este momento, aún si fueran buenas. Bajar del barco es un riesgo. No queremos riesgos.

¿Qué queda? Dominar al demonio. ¿Será en efecto un demonio? ¿Será ese lado obscuro que juega con nosotros para divertirse él? ¿o será un lado luminoso que sólo da miedo porque deslumbra? De cualquier modo, al igual que el barco, lo que se presenta aquí es el miedo a lo desconocido. El miedo… quizás todo esto no es ni barco, ni tierra, ni demonio, ni ser de luz; quizás todo esto es miedo. ¿Y qué hacer con el miedo? El miedo es terrible. El miedo te salva de morirte tal vez, aventando adrenalina a todo tu cuerpo y haciéndote correr a una velocidad que normalmente no alcanzarías. El miedo puede hacer que levantes un auto, corras más rápido que un león o hasta vueles por unos instantes. Que bueno es el miedo. Pero ¿qué pasa cuando el miedo es esa sombra de risa macabra? ¿Qué pasa cuando el miedo paraliza, hunde, ciega, ensordece, nubla, detiene? El miedo también mata. El miedo es tan brutal como la vida.

A veces, sólo queda preguntar qué hacer, conocer otra opinión, otro punto de vista. El problema es la respuesta. Casi siempre recibirás respuestas que no son lo que esperas ¿o es que más bien no preguntamos bien?

Hay un acertijo medieval en el que se plantea quién tiene el poder. 3 hombres, un rey, un sacerdote y un rico, más un mercenario con una espada. El Rey pide al mercenario que mate a los otros 2 porque le debe lealtad, el sacerdote pide que los mate porque le debe lealtad a su dios y el rico pide que los mate a cambio de 100 monedas de oro. ¿Qué hará el mercenario? No importa. Lo que importa es que el poder no reside en el rey, ni en el sacerdote, ni en el rico, el poder reside en el mercenario quien es el único que puede matar, a uno, a los 3 o a él mismo.

Quién fuera el mercenario para tener el poder. Qué fácil sería todo si cargando una espada pudiéramos ir sorteando las desavenencias de la vida, sin que nadie nos diga algo, ni nos juzgue, sin deberle lealtad a nadie más que a uno mismo y sobre todo disfrutando de la libertad de decidir. Hoy día, ni siquiera podemos decidir cuándo dormir.

Qué genial sería dormir, dormir mucho tiempo y soñar que camino cargando mi espada y nada más.