Este año fue de lo más pinche. Tuvo sus cosas buenas, como el coche nuevo pero en realidad estuvo bastante crappy. Empezó del carajo con el declive de la Yaya que nos mantuvo medio año deseando que al creador lo partiera un rayo, y para ella debió ser unas 10 veces más horrible, lo que a mí me ponía 10 veces de peor ánimo. Finalmente se fue poco antes de mi cumpleaños y obviamente ese trágico evento consagró el 2011 como un año para tirar a la basura. Dadas las circunstancias no recuerdo mucho del primer semestre más allá de las visitas al Hospital, de las comidas en los caldos, en el Dumas, del estrés total, de la esperanza y la desesperanza que iban acorde al humor de los médicos y de su carita que de alguna manera lograba sonreír de vez en cuando.
La segunda parte del año no trajo mejores cosas. Empezamos a sobreponernos del trago amargo con la adquisición del coche, que trajo un montón de líos y de tranzas que resolvimos como los grandes, pero que nos dejó a la vez un muy mal sabor de boca en cuanto a este tipo de transacciones y sin ganas de volverlo a hacer pronto.
Después tuve ese altercado en la oficina porque mi jefe enloqueció y estuve un par de meses maldiciendo las mañanas por tener que ir a trabajar, después la cosa mejoró bastante y finalmente el terreno laboral se volvió a echar a perder hasta quedar como un chapoteadero, a gusto, pero sin posibilidad de echar la nadadita.
En este mismo ámbito todo colapsó en el trabajo del Castor, el abuso y el exceso de poder de quienes debían convertir un asunto en algo bueno, lo convirtieron en algo nefasto, tuvo –igual que el coche- sus cosas buenas, pero tampoco fue algo digno de admiración, no por parte de ellos, pero cabe destacar el logro de ella. Todo esto nos trajo problemas maritales, que logramos superar como siempre, pero que también se llevó entre las patas el buen sabor de algunas semanas en este terrible año.
Finalmente vinieron las fiestas, que esta vez no traían un aire de unión y felicidad como los años anteriores si no una nostalgia, una melancolía que se te hacía nudo en la garganta –y en el hígado- . Mucho estrés por definir dónde pasarlo, qué comer, sobrellevar a los que ya no estaban y los que habían decidido no estar, pasar muchas cosas “por primera vez” que no eran agradables y seguir definiendo qué con las fiestas, cuando tu espíritu quiere estar en un lado con unos pero te quedas en otro con otros. Los regalos muy bien, la familia también, pero por primera vez quiero que se acabe de una vez este asunto de las fiestas.
Conflictos, tristezas, mentadas, corajes, y malas experiencias me dejó este año. Definitivamente fue un año de pérdidas y de aprender a ser fuertes, o acordarse de que lo éramos. Ni modo, a veces pasa. Nunca había tenido un año así de malo y siempre hay una primera vez. Así que todo lo que le puedo sacar a este año de porquería es la esperanza de un 2012 increíble, lleno de sueños por cumplir, con sus respectivos instrumentos para cumplirlos. Así que 2011, me voy despidiendo con la satisfacción de no tener que volverte a ver jamás y la consigna de que te vayas mucho a la mierda.
2012, here we go! Con toda la actitud y mi casco de guerrero por si te quieres poner loco.
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