Yo sigo haciendo todo preguntándome qué pensará la otra persona. Cómo reaccionará. Qué pasará por su mente. Qué me dirá en determinado momento.
Llevo años diciendo y tratando de hacer las cosas por mí misma, de hacerlas y punto. Porque tengo ganas, porque me nace, porque se me ocurrió. Pero sigo en lo mismo y antes de hacer una llamada, una visita o simplemente mandar un mail, me detengo a pensar qué pasará del otro lado.
Así, a lo largo de mucho tiempo he quedado en muchas citas que no se cumplen, me sigo preguntando qué pasaría si… y hay mucha gente a la que simplemente no veo, aunque quisiera hacerlo.
¿Qué hacer? ¿Cómo quitarme esa necesidad de seguridad? Esa ansiedad de saber que si llamas van a saludarte efusivamente, que si te ven pondrán cara de sorpresa y finalmente una sonrisa, que si mandas una carta o un mail, finalmente contestarán y te darás cuenta que fue una de tus mejores ideas. ¿Cómo?
Siempre he vivido esta vida a tientas y sin tener la menor idea de lo que estoy haciendo. Sin embargo, lo disfruto. Disfruto esa manera que tengo de sorprenderme, de sorprender a la gente cuando hago cosas que salen de lo más bizarro de mi subconsciente. Y odio, por sobre todas las cosas, cuando tomo una decisión basada en un plan de lo más macabro, y contra toda lógica, sale mal. A veces pienso que actuar impulsivamente es mucho mejor. Pero sigo planeándolo todo, pensando: ¿Qué pasaría si…?
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