Habían sido las 2 semanas más felices de mi vida. En resumen, todo había salido bien y aún mejor de lo esperado. Ni cómo quejarse. Faltaba solamente un día para comprobar si esta felicidad sería momentanea o permanente. Y justo antes de llegar ese día comprobé trsitemente que sería la primera.
Siempre he tratado de no ser una persona materialista y sin embargo, me doy cuenta que el dinero me importa demasiado. No me importa que alguien más lo tenga, afortunadamente no soy convenenciera, o de ese tipo de "materialista" pero me gusta ser una persona de las que da. Me gusta tener dinero yo. Tener yo la camioneta que nos lleve a todos de viaje, poder decirle a alguien: ¡hey! si no tienes para ir al concierto yo te invito, el chiste es que vayas. Poder invitar a todo el mundo a mi casa de la playa, poder cumplir los sueños de la gente que me rodea.
No soy -y lo sabemos bien- la madre Teresa de Calcuta región 4. Por supuesto que quisiera cumplir mis sueños también, sólo que me hace realmente feliz tener la posibilidad de cumplir los de otras personas. Es muy gratificante poder decirle a tus papás que les darás el dinero para remodelar la casa que han querido desde hace años. En ese caso ni siquiera es la gratificación de dar, sino de retribuir un poco de lo que te han dado. O la gente pobre, que realmente me puede, de verdad sería increible que pudiera decirle en Diciembre al Sr. de la Basura o a la de la limpieza, tome, esta semana doble porque es Navidad, o enterarme de que necesitan algo y decirles que yo les ayudo. Pero no, no puedo, y esta semana que creí que podía, resultó que tampoco y la verdad no hay otra manera de resumir que estoy que me lleva el diablo.
Estaba tan feliz... menos preocupaciones, tranquilidad, estabilidad, seguridad y sobre todo, Barcelona. Con esta novedad me iba a ir a Barcelona, esa ciudad de ensueño que he tenido siempre como la ciudad paraíso !como el paraíso mismo! por fin después de tantos años iba a regresar, a colgar mis pies en el puerto del faro de Colón, a pasar por Santa María del Mar cargando mi cuaderno de camino hacia la playa colina abajo. Iba a nadar en el mediterraneo otra vez, a beber cerveza a unos metros del mar, a tomar cerveza Moritz, a estar con la familia, a conversar con "el amigo Brugal" a ver fotos a altas horas de la madrugada en un estado poco óptimo, a sostener las paredes de Badalona con mi prima, y sobre todo compartir todo esto con alguien más... pero que va.
Y lo peor es que por fin después de tanto tiempo y trabajar como mula, no era lo que yo creía, y no llego ese "reconocimiento". Ahora tengo que volver, como las focas, a hacer la misma mariconada de siempre por el pescadito de siempre.
Y yo que creí que por fin, y de una vez por todas, todo iba a estar bien. Pero que va, que va.